10 enero 2006

FRASES POPULARES XV

FRASES POPULARES XV

     “Anda y que te den morcilla”.  Quién no ha pensado alguna vez pronunciar esa frase, u otra peor, a alguien que suele darle el coñazo.  Esta es una expresión figurada que desprecia la buena voluntad hacia alguien.  Aunque hoy en día parece como muy suave, en tiempos pasados en que la rabia (hidrofobia) en los perros abandonados era muy común.  Para prevenir estas epidemias las autoridades ordenaban dar muerte a los perros callejeros mediante la colocación de morcillas con estricnina, un potente veneno que mucha gente sin escrúpulos en la actualidad usa para matar a zorros y otras raposas.  Así que cuando alguien te dice: “Que ten morcilla”, lo que desea es que te envenenes.   “Ser como el Capitán Araña, que embarca a la gente y él se queda en tierra”.  Se utiliza para calificar a alguien que implica a los demás en un asunto en el que no está dispuesto a participar.  El origen de esta frase, según algunos historiadores, hay que buscarla en la figura del capitán Arana, o Aranha; un personaje del siglo XVIII que recorría toda la Península con la intención de reclutar gente con destino a las colonias de América para luchar contra los insurrectos, sin que él emprendiera ningún viaje.  De estos capitanes en la actualidad los hay a montones, y no militares, por supuesto. “Atar los perros con longanizas”.  Esta expresión se usa con cierta ironía para exagerar que alguien es espléndido aunque no tenga mucho dinero.  El origen se cree que proviene de un simpático suceso ocurrido en el pueblo salmantino de Candelario, concretamente en la fabrica de embutidos de Constantino Rico, conocido como Tío Rico.  Al parecer un día una de las empleadas, cansada de los intentos de un perro hambriento por colarse en la fabrica no tuvo otra cosa que hacer, y sin tener cuerda a la mano, que atarlo a la puerta con una ristra de longanizas.  Claro que alguien que lo observó, corrió la voz y empezaron a decir que el Tío Rico es tan rico que en su casa atan a los perros con longanizas.  “Tchin, Tchin”.  Esta expresión proviene de Cantón, en el sur de China.  En la lengua franca comercial era una mezcla del inglés y el chino, tsing tsing, como expresión de cortesía y bienvenida.  Por los marineros de los primeros años del siglo XX  el saludo se hizo popular en muchos países occidentales.  En Francia se escuchó por primera vez en 1935, y como todo el mundo sabe, tchin, tchin, se emplea hoy en los brindis y significa: a vuestra salud.   “Hacer mutis por el foro”.  Esta expresión se emplea para indicar que alguien se ha marchado de forma discreta sin decir ni pío.  El origen es del mundo de la farándula y de textos teatrales cuando se señala que el actor debe retirarse de escena.  El mutis, que procede del latín mutare: mudar o cambiar de lugar, indica el acto de retirarse.  La segunda frase: por el foro, señala el lugar por donde debe hacerlo; en este caso es por el fondo del escenario.  Como dato curioso, cuando un actor simula retirarse de la escena y vuelve a ella se denomina: medio mutis.  “Meterse en camisa de once varas”.  Hoy en día es decirle a alguien que no se inmiscuya en asuntos que ni le va ni le viene.  Hay quien dice que el origen es de la Edad Media cuando en la ceremonia de adopción  para adoptar a alguien, consistía en que el adoptante metía al adoptado por la manga, muy holgada de una camisa, y lo sacaba por el cuello, dándole después un beso en la frente.  A veces, como suele ocurrir en la actualidad, no salían nada bien, y por lo tanto se recomendaba al que trataba de que lo adoptasen que no se metiera en camisas de once varas; o sea, que no se dejase adoptar por otro.  Como sabrán once es un número indefinido que significa “muchas”, para dar a entender que se trata de una camisa grande y holgada.  “Echarle a uno los perros”.  El origen de esta expresión es taurino.  Antiguamente cuando un toro de lidia se mostraba remiso en embestir o rehuía el capote, sacaban una jauría de perros adiestrados para hostigar al animal con ladridos y mordiscos.  Si la res acosada no reaccionaba, al final era condenada a la puntilla.  De este lance, que el público solía pedir al grito: “¡Perros!, ¡perros!”, proviene la expresión de echar los perros.  También se emplea como sinónimo del acto de acosar y hostigar a alguien  para sacarle de su pasividad.

                                        Juan J. Aranda
                                        Málaga enero 2006

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