23 enero 2006

De luces y sombras

LUCES Y SOMBRAS

En “Los melillenses nos dicen”, de 18 de enero, leo que una lectora se queja sobre la escasa luminosidad que dan las farolas en las calles de Melilla. La considera insuficiente y pobre. Dice también que esto le ocurrió cuando regresaba de Paris, la “ciudad de la luz”, cayéndosele “el alma a los pies”. A todo lo que dice ésta comunicante yo me apunto y lo corroboro, o sea, que le doy toda la razón, y la lleva cuando dice que no hace falta viajar de la capital de Francia para notar ostensiblemente la escasa luminosidad local. La última vez que he viajado a la ciudad junto a mi esposa con una cámara fotográfica en ristre nos dimos un garbeo, como siempre, por las calles de mi niñez: Castellón de la Plana, Duque de la Torre, (actual Teruel), Sagasta, Murcia, (Callejón de la Morena), Almería, y créanme que el alma no se me cayó a los pies, pero el sentimiento de tristeza sí que se reflejaba en mi rostro. Sentí pena al ver las calles donde correteaba de niño. Si de noche me parecieron tristes y en penumbras, de día las encontré feas y desangeladas. Ya no se aprecia la alegría que había en los patios de vecinos llenos de macetas, donde en algunos existía un pozo de agua “gorda”, pero fresca y sana. Los edificios, casi todos de una sola planta, siempre enjalbegados de cal, los encontré vetustos y ajados. Como en aquéllos años no había aceras, ni apenas coches que molestasen al viandante, cualquiera podía andar por las calzadas, asfaltadas de cuando la República, sin tener que sortearlos. Uno de los pocos vehículos que circulaban por Castelar y Castellón era la regadera del Parque de Bomberos, Leyland, o era Ford?, de mi padre que renqueaba de lo vieja que era. El obrador de confitería de la señora Ana en la calle Duque, donde liábamos caramelos cantando: “Vamos niños al Sagrario…” (para que no comiéramos ninguno), lo encontré derribado para nueva construcción. La puerta de la miga (guardería) de doña Nieves se encontraba taponada por un coche, como casi toda la calle. El patio, con su pozo, donde estaba la tienda de la señora Esperanza se encontraba cerrado a cal y canto en espera de otro nuevo derribo y construcción. Al callejón del Aceitero lo han estrechado para meter un edificio con “calzador”. En la de Castellón, hace varios años, me encontré un bloque de viviendas colocado junto a la falda del monte de Ataque Seco. En esta falda quizás existan aún las dos entradas de un refugio, similar al que existe en la escalera del Sagrado Corazón y la calle Roberto Cano, y puede que si algún vecino escarba en los sótanos de ese edificio llegue al pasadizo-refugio y se encuentre la bóveda donde muchos niños del barrio jugábamos en su interior. El callejón de Pepe Matías, donde vivía la señora Antonia, que bordaba y planchaba, y donde dicen que cayó una bomba del buque “Jaime I” cuando la guerra del 36, lo encontré intacto, o sea, como hace cincuenta años. De todos estos recuerdos, vivencias de cuando vestía pantalón corto y jugaba al trompo y a piola, el que se refleja con más nitidez es el del “Cañonazo de las 12”, que Juan Díez y Fernando Saruel se refieren en este diario. “¿Qué hora es?”, preguntaban algunos vecinos. La contestación era: “Aún no ha sonado el cañón”; o sea que todavía no eran las doce del medio día. En el sitio donde ese cañón era disparado con estopa y trapos, y las cabras del señor Juan comían y cagaban a su gusto, hoy podemos ver unos edificios que dominan la ciudad y el mar, igual que las cometas que hacíamos volar los chaveas del barrio cada día ventoso, porque viento hace tela marinera en ese cerro. Si esta señora dice que la ciudad está “triste” de luz en sus calles, yo encuentro mi barrio en cada viaje desde hace más de cuarenta años con la misma penumbra, pero sin alegría. Yo la verdad es que ignoro el motivo de esa escasez de luz en mi barrio melillense, pero sí les puedo asegurar que si una persona que reside, por ejemplo, en Málaga, y paga sus impuestos como cada españolito para que el Estado, Comunidad Autónoma, Ayuntamiento o el sunsuncorda, le dé unos servicios como el de la limpieza de las calles, y del alcantarillado por donde corren las aguas pluviales, y las de beber (que también nos cobran), junto a todo lo que expulsamos de nuestros cuerpos; y también como el alumbrado de las calles se encontrara, un suponer, las esquinas de su barrio como lo están las de Castellón y Duque de la Torre, pueden estar seguro que el follón lo tendría servido la empresa encargada del alumbrado, ya que sus teléfonos echarían chispas de las quejas de los vecinos. Tengo entendido que las autoridades de la Ciudad Autónoma tienen un proyecto para adecentar ese barrio y quitarle su cutrez. Pues mire qué bien. Que así sea, y pronto. Amén.
Reciban un saludo.
Juan J. Aranda
Málaga enero de 2006


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