CELEBRACIÓN DE BODAS EN LAS DOS ORILLAS
Desde esta
orilla peninsular, muchos melillenses poseemos una especie de
“patriotímetro”, en el que medimos, con más objetividad,
nuestro melillismo, y el españolismo de nuestra ciudad, y si a mucha
gente les parece un casposo chauvinismo, -todo rimado-, a mí me
importa un bledo, ergo carajo, la opinión que puedan tener de
nosotros; o quizás sea una absurda timidez, que solo deseamos ser
nosotros mismos, españoles nacidos en la otra orilla de la
Península, y no estar siempre en boca de imbéciles, tachándonos
con epítetos desagradables que mucha gente, mal informada, dicen
aquí de los que somos de allí. Melilla tiene un sedimento único
que es el español, el occidental y el europeo; de eso no cabe
ninguna duda, pero en ocasiones, debemos quitarnos la visera de los
12 kms. para orearnos, y que el viento de levante, o el de poniente,
se lleve el “pelo de la dehesa”, para ver y comparar las
diferencias que existen entre algunas ciudades de la Península y la
nuestra; y verán que solo es geográfica. Yo creo que no hay que
estar constantemente impregnados, y cerrados en un absurdo
lastimero por nuestra lejanía peninsular, porque como decía el
poeta en unos largos ceniceros de propaganda: “......Que
solo es agua y, el agua como el llanto, une a los hombres más que
los separa”. Todo el mundo sabe, que a
veces desde Madrid, políticos de primera fila, hayan estado en la
oposición o en el Gobierno, y que han tenido poder decisorio sobre
el futuro de la ciudad, no han estado a la altura de las
circunstancias, faltándoles coraje político, o un buen escroto,
para defender la ciudad frente a nuestro sempiterno, y coñazo,
vecino, de al lado. Y no digamos de los políticos locales, cuando
hemos visto en los medios de comunicación algunas escenas de sainete
zarzuelero, “tirándose” los trastos a sus testas, para luego
darse besos a mordiscos yugulares. Hay una en particular, que parece
estar siempre mosqueada, “rajando” de todo lo que huele a
contrario político; y eso creo que es porque adolece del mecanismo
mental del pensamiento sano, y claro, de no ejercitarlo
adecuadamente, quizás pueda tener alguna dificultad para evacuar el
contenido intestinal, cosa que con una copita de aceite de “ricino
democrático” se quedaría más a gusto que un niño chico recién
cagado y bañado. Hace muchos años, siendo yo un chaveílla, un
hombre me enseñó la hoja de un diccionario de sinónimos sobre el
significado de Altruismo: Caridad, filantropía, beneficencia,
sacrificio, desinterés, fraternidad, hermandad, benevolencia, etc..
Juanito, me dijo: todas estas virtudes son las que deben tener los
políticos en sus mandatos; -y estábamos en la dictadura-; y yo de
vez en cuando le echo un vistazo y compruebo que algunos, no todos,
solo reúnen sus antónimos: Tacañería -hacia los demás-, egoísmo,
egolatría, endiosamiento, individualismo, misantropía, desamor,
avaricia; y algún galafate, con un latrocinio desmedido, -comprobar
los juzgados, y presidios, en la actualidad-. De todos estos
antónimos, los que más hacen galas, repito que no todos, son los de
egolatría y endiosamiento, costándoles un huevo levantar sus culos
de las poltronas, cuando se les ha pillado amasando la mierda
gusanera que han “guindao”; y que tercos son los muy gilipollas,
si al final casi siempre ganamos los buenos, como en las novelas de
“comboy”, de Marcial L. Estefanía. Todo esto viene a cuento
porque leyendo cada día este periódico, veo que Melilla es igual
que cualquier ciudad de la Península: Los políticos, se pegan
igualmente sus “tiritos” para que se quite uno y ponerse el otro,
como aquél esperpento, de hace casi una década, de los dos
presidentes que se pelearon en pleno Pleno, -sin redundancia-, que
anduvo coleando una “pechá” de tiempo. Ahora que lo que no se
ve en las ciudades de la Península, desde la Edad Media, es una
carpa en plena vía pública, sin los correspondientes permisos.
Hombre, carpas sí que las hay, pero son de circos, y en esas los
enanos no crecen como en las de Melilla que parece ser que estos, con
todos mis respetos a las personas bajitas, son los problemas que
tuvieron las autoridades, hace varios años, para reorganizar el
tráfico de personas y vehículos en un corte de la carretera de
Alfonso XIII, a la altura del antiguo Cuartel de Artillería. Bueno
que no es para tanto, le dije a un amigo, ahí está la
“convivencia” pacífica de las cuatro culturas: Unos hacen lo que
les sale de los cojones y otros, más prudentes se aguantan. También
aquí en Málaga, que es la que conozco, muchos sábados hay bodas y
a eso de media tarde, se escuchan por el centro de la ciudad, o por
los barrios, los bocinazos de dos o tres coches que van en caravana
detrás del más lujoso, adornado de guirnaldas blancas, -por la
pureza himeneo-virginal-intacto-, y no se rían por favor, que es el
de los contrayentes que acaban de salir del Juzgado, del
Ayuntamiento, o de la Iglesia. Además, me preguntó sobre la
convivencia de las cuatro culturas: Dime cuantas bodas de hebreos y
musulmanes conoces que se hayan celebrado en tu ciudad: cero
patatero, se contestó él mismo; y cuantas de hindúes con
cristianos: dos o tres, y va que chuta; y cuantas entre cristianos y
musulmanes: unas pocas más. Yo con mi orgullo de melillense guardé
silencio. ¿Qué iba a contestar?, si no tenía los datos. Pues
eso.
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