YO TAMBIÉN ESTOY HARTO

Pues sí señor, estoy más que harto, más o menos como miles de compatriotas; porque he leído que la Cultura, la Educación, la Sanidad, las clases altas, las medias, y las bajitas, -éstas están que se suben por las paredes-. Y el desaguisado administrativo, tocante a lo político nacional, autonómico, y local, no se puede ni tocar. Yo quisiera que mis humildes entendederas llegaran a un acuerdo con la masa gris que tengo en la chorla. Mi reflexión es muy simple: Me dicen que tenemos 390 senadores, que su eficacia política, poco más o menos, es una ojana -nulidad-. También que hay 350 diputados, y 50 más eurodiputados en Bruselas. Usted, buen hombre, quien quiera que sea: Rajoy, un ministro, cualquier presidente de cualquier comunidad, o ciudad autónoma, el humilde concejal de festejos de cualquier pueblo o aldea, o si lo prefiere: el “sursum-corda”, el que todos lo nombramos y nadie conoce: ¿No creen que con la mitad nos apañaríamos buenamente?. Porque si un señor que cobra una buena pasta, por hacer su trabajo, por ejemplo, necesita contratar a 10 asesores, -algunos alcaldes lo multiplican por cinco y por diez-, o diputados de provincias con piso en Madrid, que encima les pagan dietas para hotel; ¿para qué coño queremos a esa persona, aparte de engordar a unos cuantos paniaguados?. Dicen que existen 1200 parlamentarios autonómicos, ¡tela!; y otros 1000 en las provincias, ¡más tela!. No me vea usted, quien quiera que sea, con lo que jala esta gente, -algunos zampabollos se comen hasta los yogurts caducados-, y lo que les pagamos entre todos cada mes. El chiringuito donde actúan, troceado en 17, multiplicado por dos, más nuestras dos ciudades hermanas: ¿Para qué nos sirve toda esta caterva?. Dicen los entendidos que nos cuestan más de ochenta mil millones -80.000 millones de euros-, de vértigo, oiga. Si echamos cuentas, creo que con el dinero que nos ahorraríamos, algo se podría hacer. A pesar de que contaríamos que la mitad de esa gente engrosarían las listas del INEM. Yo por eso no entiendo cómo no se ha hecho ya, y no, que han dejado a la Sanidad, a la Educación, a las Ayudas a los más necesitados -Dependencia-, a la Cultura, a los pequeños comerciantes, sangrando por la yugular, mientras que muchos de esos holgazanes, -no todos, por supuesto-, desvergonzados, pululan sin pudor por nuestro suelo patrio, haciendo algunos negocios privados, con el jurdó que pagamos entre todos. El día que un presidente del Gobierno, del color que sea, diga públicamente, que va a luchar por un Pacto de Estado con los de la otra parte de la bancada en las Cortes, incluidos sus inocentes cortes de manga, y se cargue este gran despropósito, esta barbaridad insostenible, racionalizándola a las necesidades reales, y el altruista que quiera meterse en política para servir al pueblo, que cobre lo justo para vivir con desahogo, que para eso es un altruista, ¿o no?. No descansan de hablar de soberanía con respecto a Europa, y no tienen cojones de ejercerla en su casa; lo digo porque también debieran eliminar todos los aforamientos que disfrutan los políticos; ya que somos el país con más aforados que existe en el mundo mundial, y al final, como siempre, seguirán pagando los mismos, cada vez más, y seguirán disfrutando los de siempre. La figura del político del siglo XIX, D. Francisco Silvela, al que las malas lenguas le llamaban: “La Daga Florentina”, siempre me ha fascinado, mayormente desde que leí que se pagaba sus desplazamientos oficiales, y las comidas en los viajes, de su peculio particular. Si esta “tropa”, -como dijo Romanones- que nos lleva gobernando desde que “El Centinela de Occidente”, rodeado de cables, dejó de respirar, y tomara ejemplo la teutona, -no tetona-, Merkel, en vez de mearse en nuestros derechos históricos, lo haría en sus impolutas “bragas barrigonas de cuello alto”, y las inmersiones lingüísticas, y “embajadas de pacotilla”, del Más “Capullo”, quedarían en un gran caldero de agua de borrajas; por ejemplo.

¡Ah!, les recuerdo que a ver cuándo retiran a Napoleón. Lo digo por si suena la flauta por casualidad.