ALGUNOS DATOS SOBRE EL ASEDIO DE NADOR
Según
Enrique Gudín, de la Universidad de La Rioja, en los
terribles, y sangrientos, días de Annual, la defensa de Nador fue
uno de los episodios, que despertó sentimientos de admiración por
lo heroica que había sido. El Tte. Col. Pardo Agudín, Jefe de la
posición, pasó de solicitar la Laureada a verse encausado en un
consejo de guerra, precisamente, por los mismos motivos por los que
la solicitaba. El consejo de guerra lo absolvió pero, una vez
fallecido, la Laureada le fue denegada. La mañana del 22.07.1921
comenzó la retirada de Annual, y como ya es sabido había sido
precedida un mes y medio antes por la desastrosa operación de
Abarrán, y por los inútiles esfuerzos en los días inmediatamente
anteriores de socorrer Igueriben, presenciados por las tropas, -unos
5000 hombres-, estacionadas en Annual, motivo por el que el trágico
“efecto dominó”, fueron cayendo todas las posiciones. En ese
ambiente, el 2.08.1921, fue recibido en Melilla Pardo Agudin, de 46
años, junto a los hombres con los que estuvo defendiéndose, durante
10 días, en la fábrica de harinas de Nador. La primera
reconstrucción de lo que había sucedido en Nador, la hizo el propio
Tte. Col, el 2.08.1921. Se trataba del extenso parte que dirigió al
E.M. de la Comandancia de Melilla. En él contaba cómo el 22 por la
tarde fue convocado en la Comandancia a una reunión de Jefes de
Cuerpo, donde les comunicaron la muerte del Comandante General, y la
retirada de Annual, tomándose las medidas para lo que se preveía
que podía suceder. Pardo Agudín advirtió al Jefe de E. Mayor,
Coronel Sánchez Monge, que Nador, ni estaba en estado de defensa, ni
tenía guarnición propiamente dicha; la contestación fue que era
difícil que el enemigo llegase hasta allí. A lo largo del día 23,
atravesaban el poblado partidas de soldados que procedían
de las distintas posiciones, dirigiéndose a
Melilla. La población civil, inquieta, comenzó a evacuar el
poblado. Esa noche el Tte. Col. solicitó varios trenes con los que
evacuar los 140 enfermos que tenía en la enfermería militar. Aunque
desde la Comandancia le aseguraban que no había peligro, pero las
noticias que transmitía la riada de gente que pasaba camino de
Melilla lo impulsaron a buscar refuerzos. No consiguió nada: “(...)
Así lo hice saber a Comandancia General telefónicamente, y que me
vería precisado de abandonar el poblado y cubrir la retirada del
convoy que se formara hacia Melilla. Entonces se me ordenó que
procurase detener los soldados fugitivos y organizase una defensa”.
Esa noche montó guardia en la Iglesia un destacamento de unos 20
hombres, siendo la mayoría guardias civiles, bajo el mando del Tte.
Fresno, Jefe de la Línea. En medio del caos y el desbarajuste, al
amanecer del día 24, había conseguido reunir algunos hombres. Habló
por teléfono con el Capitán Ortoneda, de la Policía Indígena y
decidieron que el mejor sitio para hacerse fuertes era la llamada
“Fábrica de Harinas”. El Capitán acudiría allí con los
hombres de su guarnición que pudiese reunir, mientras el Tte. Col.,
después de que saliese el último tren para Melilla: “(.…)
Ordené la ocupación de la Fábrica de Harina y Electricidad, en el
momento preciso en que los moros del poblado indígena rompían el
fuego desde las lomas y alturas próximas a individuos sueltos que a
la carrera se acogían al edificio. El Jefe de Armamento de la
Brigada, Comandante Wenceslao Sahún dada la rapidez y urgencia con
que recibió la orden de acogerse a la Fábrica, y ante la
imposibilidad de retirar las armas y municiones, que existían en el
Almacén del Cuerpo, y de acuerdo con el Capitán Celestino Rey Joly,
prendió fuego al almacén que lo contenía, bajo el fuego de
fusilería enemiga, retirándose precipitadamente a la Fábrica
protegido por una guerrilla”. El día 26 recibieron por heliógrafo
dos mensajes: “A las 16:30 General Sanjurjo a Jefe Posición: Alto
Comisario dice por heliógrafo, diga a Jefe posición Nador que
espero no tardar dos días en ir y que conviene mucho resista. Anoche
le mandé convoy marítimo que no pudo llegar por impedirlo enemigo;
que digan si hay medios de enviar socorros de municiones por mar
poniéndose de acuerdo conmigo la realización y día”. Otro:
“General Sanjurjo a Jefe posición: Es posible que esta noche
intente con moros amigos de esta kábila a quien se ofrecerá dinero
llevar algunos ranchos en frío. Ya se le dirá el procedimiento y
señales que harán”. Por la tarde se acercó un parlamentario para
negociar la rendición. Aprovechando su presencia salió el paisano,
José Pérez Sabio, a recoger un cajón de tabaco que le ofrecían
los sitiadores. Al volver lo mataron a tiros, lo mismo que al Tte.
Iglesias, que intentó ayudarle. Los sitiados hicieron prisionero al
parlamentario. El día 27, los sitiadores inutilizaron la tubería
de agua potable, por lo que el suministro se vio reducido a la que
podían sacar con la bomba de servicio de las máquinas, que era
salobre. Por el heliógrafo se recibió el siguiente despacho:
“General Sanjurjo a Jefe Posición: Celebro hayan sido poco
molestados; quien sabe si estas fortificaciones que hacemos ejercerán
influencia. Una vez bien organizada esta plaza iremos a esa, de modo
que ánimo porque los moros van a pesar de su palabra, matando y
maltratando a los que capitularon (sic). Les abraza a todos
Sanjurjo”. Entonces el jefe de los asaltantes, Hamed Ben Hamed, les
hizo saber que, o capitulaban o causaría una masacre, pues disponía
de más de 3000 moros armados y 4 piezas de artillería. El plazo
terminaría a las 2 de la tarde. Tras esa hora cañonearía la
fábrica y no daría cuartel: “(…) La guarnición estaba
extenuada por la falta de alimento y de descanso, había perdido la
moral, pues, fuera de la Guardia Civil, los Regulares y guarnición
del poblado, el resto era gente advenediza recogida en la fuga de las
posiciones del interior. No era posible, a su juicio, hacer mayor
defensa, atendiendo a la falta de condiciones de la casa donde se
albergaban y al fuego de la artillería del enemigo. Por tanto
considera cumplidas así las ordenes generales para oficiales, como
las particulares para el caso y salvado el honor de las Armas. En
todo caso, parece que la declaración del 20 de agosto fue la que le
sirvió al General Picasso para tomar su decisión de denegarle a
Pardo Agudín que siguiese adelante el expediente de la Laureada.
Hasta la fecha en que Picasso emitió su dictamen sobre la Laureada
de Pardo Agudin, -8 septiembre-, sólo habían pasado a declarar ante
él, el padre Alfonso Rey, el 27 de agosto; fray José Antona, el 1
de septiembre, y el Comandante Almeida y el alférez Pérez, el 3
septiembre. El Capitán Ortoneda, -otro de los testigos de lo
sucedido en Nador-, no prestó declaración hasta el 27 de octubre; y
el Tte. Fresno no lo hizo hasta mitad de noviembre, desde Vitoria; el
paisano Vicente Falcó declaró el 21 noviembre. Las declaraciones
de los testigos que habían estado en Nador coincidían básicamente
con lo declarado por el Tte. Coronel. No obstante, no deja de ser
llamativo que se recojan en el resumen del expediente las opiniones
tácticas, que uno de los frailes, fray José Antona, emite sobre qué
habría convenido más en la defensa: “Hace, empero, constar que
durante los tres días posteriores, 22, 23 y 24, sólo estuvo ocupado
el pueblo por merodeadores, por lo que, si se hubiera dado fusiles a
los paisanos, juntamente con la guarnición, se hubiera podido
defender durante dicho tiempo y esperar la llegada de auxilios de la
plaza.” Opinión que no le importa manifestar al fraile, a pesar de
que había salido del poblado en dirección a Melilla el mismo 24 por
la noche (sic). Por su parte, el Comandante. Almeida, consideraba,
-al contrario que fray José-, que no se hubiese insistido a la
Comandancia General en poner antes al poblado en alarma. Añadió,
además, que en la mañana del 24 se llevó a cabo la evacuación de
Nador, incluidos los 140 enfermos que había en la enfermería
militar. También se le preguntó si era ineludible la capitulación,
si se apuraron todos los medios racionales de defensa, si la decisión
tomada se correspondía con la situación en la que se encontraban, y
si era una decisión honrosa, a lo que Almeida contestó que ya no
tenían harina de cebada, que la guarnición estaba extenuada, con la
moral de combate casi al límite.
O
sea que el fraile Antona, que no sé si era sacerdote o lego, en vez
de quedarse en la posición para ayudar a los sitiados, como era su
obligación cristiana, coge el tío y como un “héroe” de ojana,
se pira con el mojón en el culo, y además declarando en contra del
jefe de la posición. Bueno pues, desde ahora, a este zángano, por
cobarde y lenguaraz, yo lo excluyo como Héroe, y mucho menos como
Mártir: ¡a la mierda!.
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