27 febrero 2015

ALGUNOS DATOS SOBRE EL ASEDIO DE NADOR

Según Enrique Gudín, de la Universidad de La Rioja, en los terribles, y sangrientos, días de Annual, la defensa de Nador fue uno de los episodios, que despertó sentimientos de admiración por lo heroica que había sido. El Tte. Col. Pardo Agudín, Jefe de la posición, pasó de solicitar la Laureada a verse encausado en un consejo de guerra, precisamente, por los mismos motivos por los que la solicitaba. El consejo de guerra lo absolvió pero, una vez fallecido, la Laureada le fue denegada. La mañana del 22.07.1921 comenzó la retirada de Annual, y como ya es sabido había sido precedida un mes y medio antes por la desastrosa operación de Abarrán, y por los inútiles esfuerzos en los días inmediatamente anteriores de socorrer Igueriben, presenciados por las tropas, -unos 5000 hombres-, estacionadas en Annual, motivo por el que el trágico “efecto dominó”, fueron cayendo todas las posiciones. En ese ambiente, el 2.08.1921, fue recibido en Melilla Pardo Agudin, de 46 años, junto a los hombres con los que estuvo defendiéndose, durante 10 días, en la fábrica de harinas de Nador. La primera reconstrucción de lo que había sucedido en Nador, la hizo el propio Tte. Col, el 2.08.1921. Se trataba del extenso parte que dirigió al E.M. de la Comandancia de Melilla. En él contaba cómo el 22 por la tarde fue convocado en la Comandancia a una reunión de Jefes de Cuerpo, donde les comunicaron la muerte del Comandante General, y la retirada de Annual, tomándose las medidas para lo que se preveía que podía suceder. Pardo Agudín advirtió al Jefe de E. Mayor, Coronel Sánchez Monge, que Nador, ni estaba en estado de defensa, ni tenía guarnición propiamente dicha; la contestación fue que era difícil que el enemigo llegase hasta allí. A lo largo del día 23, atravesaban el poblado partidas de soldados que procedían de las distintas posiciones, dirigiéndose a Melilla. La población civil, inquieta, comenzó a evacuar el poblado. Esa noche el Tte. Col. solicitó varios trenes con los que evacuar los 140 enfermos que tenía en la enfermería militar. Aunque desde la Comandancia le aseguraban que no había peligro, pero las noticias que transmitía la riada de gente que pasaba camino de Melilla lo impulsaron a buscar refuerzos. No consiguió nada: “(...) Así lo hice saber a Comandancia General telefónicamente, y que me vería precisado de abandonar el poblado y cubrir la retirada del convoy que se formara hacia Melilla. Entonces se me ordenó que procurase detener los soldados fugitivos y organizase una defensa”. Esa noche montó guardia en la Iglesia un destacamento de unos 20 hombres, siendo la mayoría guardias civiles, bajo el mando del Tte. Fresno, Jefe de la Línea. En medio del caos y el desbarajuste, al amanecer del día 24, había conseguido reunir algunos hombres. Habló por teléfono con el Capitán Ortoneda, de la Policía Indígena y decidieron que el mejor sitio para hacerse fuertes era la llamada “Fábrica de Harinas”. El Capitán acudiría allí con los hombres de su guarnición que pudiese reunir, mientras el Tte. Col., después de que saliese el último tren para Melilla: “(.…) Ordené la ocupación de la Fábrica de Harina y Electricidad, en el momento preciso en que los moros del poblado indígena rompían el fuego desde las lomas y alturas próximas a individuos sueltos que a la carrera se acogían al edificio. El Jefe de Armamento de la Brigada, Comandante Wenceslao Sahún dada la rapidez y urgencia con que recibió la orden de acogerse a la Fábrica, y ante la imposibilidad de retirar las armas y municiones, que existían en el Almacén del Cuerpo, y de acuerdo con el Capitán Celestino Rey Joly, prendió fuego al almacén que lo contenía, bajo el fuego de fusilería enemiga, retirándose precipitadamente a la Fábrica protegido por una guerrilla”. El día 26 recibieron por heliógrafo dos mensajes: “A las 16:30 General Sanjurjo a Jefe Posición: Alto Comisario dice por heliógrafo, diga a Jefe posición Nador que espero no tardar dos días en ir y que conviene mucho resista. Anoche le mandé convoy marítimo que no pudo llegar por impedirlo enemigo; que digan si hay medios de enviar socorros de municiones por mar poniéndose de acuerdo conmigo la realización y día”. Otro: “General Sanjurjo a Jefe posición: Es posible que esta noche intente con moros amigos de esta kábila a quien se ofrecerá dinero llevar algunos ranchos en frío. Ya se le dirá el procedimiento y señales que harán”. Por la tarde se acercó un parlamentario para negociar la rendición. Aprovechando su presencia salió el paisano, José Pérez Sabio, a recoger un cajón de tabaco que le ofrecían los sitiadores. Al volver lo mataron a tiros, lo mismo que al Tte. Iglesias, que intentó ayudarle. Los sitiados hicieron prisionero al parlamentario. El día 27, los sitiadores inutilizaron la tubería de agua potable, por lo que el suministro se vio reducido a la que podían sacar con la bomba de servicio de las máquinas, que era salobre. Por el heliógrafo se recibió el siguiente despacho: “General Sanjurjo a Jefe Posición: Celebro hayan sido poco molestados; quien sabe si estas fortificaciones que hacemos ejercerán influencia. Una vez bien organizada esta plaza iremos a esa, de modo que ánimo porque los moros van a pesar de su palabra, matando y maltratando a los que capitularon (sic). Les abraza a todos Sanjurjo”. Entonces el jefe de los asaltantes, Hamed Ben Hamed, les hizo saber que, o capitulaban o causaría una masacre, pues disponía de más de 3000 moros armados y 4 piezas de artillería. El plazo terminaría a las 2 de la tarde. Tras esa hora cañonearía la fábrica y no daría cuartel: “(…) La guarnición estaba extenuada por la falta de alimento y de descanso, había perdido la moral, pues, fuera de la Guardia Civil, los Regulares y guarnición del poblado, el resto era gente advenediza recogida en la fuga de las posiciones del interior. No era posible, a su juicio, hacer mayor defensa, atendiendo a la falta de condiciones de la casa donde se albergaban y al fuego de la artillería del enemigo. Por tanto considera cumplidas así las ordenes generales para oficiales, como las particulares para el caso y salvado el honor de las Armas. En todo caso, parece que la declaración del 20 de agosto fue la que le sirvió al General Picasso para tomar su decisión de denegarle a Pardo Agudín que siguiese adelante el expediente de la Laureada. Hasta la fecha en que Picasso emitió su dictamen sobre la Laureada de Pardo Agudin, -8 septiembre-, sólo habían pasado a declarar ante él, el padre Alfonso Rey, el 27 de agosto; fray José Antona, el 1 de septiembre, y el Comandante Almeida y el alférez Pérez, el 3 septiembre. El Capitán Ortoneda, -otro de los testigos de lo sucedido en Nador-, no prestó declaración hasta el 27 de octubre; y el Tte. Fresno no lo hizo hasta mitad de noviembre, desde Vitoria; el paisano Vicente Falcó declaró el 21 noviembre. Las declaraciones de los testigos que habían estado en Nador coincidían básicamente con lo declarado por el Tte. Coronel. No obstante, no deja de ser llamativo que se recojan en el resumen del expediente las opiniones tácticas, que uno de los frailes, fray José Antona, emite sobre qué habría convenido más en la defensa: “Hace, empero, constar que durante los tres días posteriores, 22, 23 y 24, sólo estuvo ocupado el pueblo por merodeadores, por lo que, si se hubiera dado fusiles a los paisanos, juntamente con la guarnición, se hubiera podido defender durante dicho tiempo y esperar la llegada de auxilios de la plaza.” Opinión que no le importa manifestar al fraile, a pesar de que había salido del poblado en dirección a Melilla el mismo 24 por la noche (sic). Por su parte, el Comandante. Almeida, consideraba, -al contrario que fray José-, que no se hubiese insistido a la Comandancia General en poner antes al poblado en alarma. Añadió, además, que en la mañana del 24 se llevó a cabo la evacuación de Nador, incluidos los 140 enfermos que había en la enfermería militar. También se le preguntó si era ineludible la capitulación, si se apuraron todos los medios racionales de defensa, si la decisión tomada se correspondía con la situación en la que se encontraban, y si era una decisión honrosa, a lo que Almeida contestó que ya no tenían harina de cebada, que la guarnición estaba extenuada, con la moral de combate casi al límite.
O sea que el fraile Antona, que no sé si era sacerdote o lego, en vez de quedarse en la posición para ayudar a los sitiados, como era su obligación cristiana, coge el tío y como un “héroe” de ojana, se pira con el mojón en el culo, y además declarando en contra del jefe de la posición. Bueno pues, desde ahora, a este zángano, por cobarde y lenguaraz, yo lo excluyo como Héroe, y mucho menos como Mártir: ¡a la mierda!.



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