EN RECUERDO DE ELADIO ALGARRA
Hoy 20 de marzo, cuando
son las 9 de la noche, viene a mi recuerdo de hace tres años, cuando
mi amigo José Luís Blasco López, me llamaba muy apenado para darme
la fatal noticia de que nuestro amigo Eladio Algarra, había
fallecido en Cádiz, ciudad donde residía desde hacía dos años. Y
ahora mientras escribo estas líneas, voy releyendo varios de sus
poemas, centrándome en el que publicó en el libro: “Melilla la
Vieja 1986-1996”, junto al otro juglar, gran vate melillense, Juan
Garbín: “Gratos impulsos me mueven a recorreros/ Bastiones y
Murallas, Recintos y Baluartes,/ al frescor de la mañana/ o en la
dulce caída de la tarde,/ dormidos como estáis en la noche de los
siglos/ yacente sobre los recios aires./ …......../Con gaviotas
acercando las distancias/ y golondrinas de mar tus
soledades/......../En brumas las estrellas amodorrarse/ y farallones
beber la soledad de trápanas y calas;/ que ella, a la sombra de las
piedras seculares/ espera vigorizar sus alas/ y conversos de
amaneceres cubrir almenas y adarves”.
Tengo que decir que hoy
ya nadie se acuerda de Eladio Algarra, el que acariciaba las piedras
de sus murallas, cuando paseaba, bloc y bolígrafo en ristre,
admirando las calles que correteó de chico. Muy pocas personas,
exceptos algunos de sus alumnos de Cabrerizas, se acuerdan de su
personalidad como maestro de escuela, “gran desasnador de chaveas”,
escritor y poeta, con un modo de ver la vida, que a veces escribía
con desaliño, a sabiendas de que sus escritos acariciaban a los
lectores a contrapelo: “Juan Jesús: cuando ejercía de maestro,
siempre intenté emular las normas de la Institución Libre de
Enseñanza”. Cuando yo le decía que España es el país de la
pereza intelectual, un oasis que se abre en el desierto monótono e
interminable, donde abrevan muchos plumíferos y plumíferas chirles
juntaletras, analfabetos, él sonreía, como diciéndome que yo era
muy severo: “Es que es la verdad, Eladio”.
Apenas fue enterrado en
el Cementerio de Cádiz, desde las espadañas, sonaron con estruendo
las falsas campanas de alaracas. Iban a hacerle un busto, y colocarlo
cerca de Pedro Estopiñán, en la muralla: ¡qué bonito!; iban a
colocar una placa en su casa natal en la C/ de San Miguel, en El
Pueblo: ¡precioso!; iban a denominar un colegio con su nombre, ya
que fue digno enseñante Maestro de Escuela: ¡fabuloso!; iban a
denominar una calle con su nombre: ¡cojonudo!; iban
a..............., y todo quedó en una gran e inmensa Ojana, o sea:
¡Ni Fú, ni Fá!.
Por eso, a veces, siento
bochorno al leer una de las páginas de este diario, página que él
le tuvo tanto amor, y cariño, al no figurar ni una frase a su
recuerdo. No reivindican nada, nadie dice nada, para que su memoria
sea recordada en los círculos intelectuales de la ciudad. A ningún
colaborador de este diario, ya sea chirle, de copia y pega, o digno
escritor y poeta, se le ha ocurrido reunirse, y recabar un puñado de
firmas, presentarse en la Plaza de España, y preguntarle a la
responsable de Cultura: ¿cuándo van a denominar, por ejemplo, una
calle con el nombre de uno de los más grandes poetas melillenses,
que difundió la idiosincrasia y nuestra cultura por medio de sus
sonoros y límpidos versos?.
Porque otra desvergüenza
es tener a Napoleón, “con su sucio chaleco ombliguero lleno de
rapé”, que invadió nuestra Patria a principio del XIX, causando
miles de muertes, bien colocado en todo lo alto de la “escalera
proscenia”, de acceso al Barrio de la Victoria, como diciendo: “En
Melilla no hay quién tenga cojones de quitarme de esta atalaya”; y
mientras Eladio, en Cádiz, añorando la compañía de los Héroes y
Mártires, de La Purísima, lugar que él siempre deseó descansar
para siempre junto a ellos, pero: “Con un pié en La Purísima y el
otro en Colliure, Francia”, Cementerio donde descansan los restos
de su idolatrado D. Antonio Machado. Claro que esto último era un
sueño poético y utópico que a él le gustaba comentar.
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