REPLICA A UN HISTORIADOR DE OJANA
Todo buen escritor sabe
que para hacer una réplica se debe contar con argumentos a favor, o
en contra, de otra argumentación que se proponga hacer. En general,
en la defensa de un trabajo escrito hay que defender, ante el lector,
el resultado de una investigación determinada. En la mayoría de los
casos, conformada por especialistas sobre el tema a discutir, siendo
el principal propósito, demostrar un conocimiento amplio sobre el
tema, así como argumentos sólidos y bien fundamentados y, por
supuesto, citando siempre la fuente (sic). La réplica o defensa de
un trabajo escrito es el resumen de los principales puntos de la
labor que se ha hecho; sin embargo, no se trata de leer un simple
resumen, a la ligera, sino de adecuar la información presentada por
escrito a un formato oral; es decir, la réplica sería un nuevo
trabajo escrito pensado para presentarlo ante un público, como son
los lectores de este periódico. Por ello, es fundamental considerar
los aspectos formales de la exposición, así como de su enunciación:
modular el tono de voz, en este caso dejar que el ingenio brille en
la ortografía, y que no se parezca a una fea cacografía. En un
medio, en plan de colaboración, como el que nos prestan en estas
páginas, la réplica, o defensa del trabajo escrito, es un género
muy utilizado como método de evaluación, porque permite examinar el
conocimiento, y el dominio que tiene el colaborador sobre el tema en
particular. Por ello el replicante tiene la ineludible obligación de
presentar sus argumentos de la mejor manera que pueda, y sepa, si es
que sabe. Estas cualidades, que al parecer carece nuestro
historiador de ojana, es la que debe utilizar en todas las áreas, de
su cortito conocimiento. Es muy importante recordar que la réplica
que siempre hace este “insigne, ilustre y preclaro escritor”, la
hace de manera escrita, por lo que debe mantener la atención de
nuestros lectores. Por ello, si me permite aconsejarle, que su
trabajo debe estar estructurado de manera que facilite la comprensión
para que pueda ser atractiva.Creo que también debiera tener en
cuenta varias cosas: como es estudiar y conocer en profundidad cada
detalle de su trabajo, sin “copia y pega”, y repito algo muy
importante, que cite las fuentes donde ha extraído sus
informaciones; para que así pueda llevar a cabo, con fluidez y
seguridad, su arduo trabajo. Otros pueden hacerle las siguientes
recomendaciones: Modular el tono de su escrito, sin divagaciones,
proyectar seguridad, cordialidad, respeto y flexibilidad; y sobre
todo dejar aparte la figura de “pavo real”: “Porque yo soy
historiador”. Pues muy bien, y yo licenciado en las Ágoras
Públicas....., y qué cojones importa eso. Si echas en falta “esos
predicadores que se lanzan a los cuatro vientos proclamando lo bien
que escriben -sin tener abuela-, sobre los que copian los datos
históricos de una ciudad como Melilla, y reclamas una buena política
en defensa del patrimonio cultural de la ciudad, y con absurda
magnificencia preguntas a los lectores si alguien sabe, o quiere
saber, si la Plaza de España es centenaria. Y al final dices que te
criticarán, concediendo al “criticón”, una pequeña porción de
protagonismo, y como guinda del pastelito nos dice, que somos unos
pobres ignorantes. Verás, “so mascabrevas”: Cuando se escribe en
un medio como este, no debes hacer esa absurda pregunta; si tú crees
que hay personas que ignoran los años que hace de la inauguración
de esa emblemática Plaza, pues escríbelo tú, porque ya que
perteneces a una asociación que estudia las cosas de nuestra
Historia, podrás informarte en “Cuadernos de Historia de Melilla”,
(A. E. M., 1988, páginas 119 a 122). Y sobre esos “predicadores
que se lanzan al vuelo....”, tú bien sabes que este que escribe
lleva más de una década “dan-do-por-cu-lo”, como vulgar mosca
cojonera, o mangangá, sobre los temas: Losa Funeraria de Monte
Arruit, que ya está en el sitio que le corresponde, la retirada del
nombre de Napoleón, en nuestras calles, que no me hacen ni puto
caso, la de la calle Pedro Segura, que nadie sabe a ciencia cierta
quién fue, mi perenne petición para que denominen al Cementerio:
“Cementerio Nacional de Héroes”, que tú quisiste subirte al
carro, y alguien te dijo que no-nes, y que empujaras en la batea; las
réplicas que suelo hacer a cierto colectivo que, sin ningún
derecho, reclaman que el chelja sea cooficial en la ciudad que tú
estás disfrutando. Y para que veas que mi madre me proporcionó una
buena leche, que aún mantengo dulce, como la miel de mejorana, te
voy a regalar una cosita para que la copies y la tengas siempre junto
al teclado de tu ordenador, y es: Una frase insignificante, trabajada
delicadamente, y bien torneada por nuestro DRAE, y engastada en uno
de tus artículos con humildad, respeto y modestia, la convertirás
en una alhaja literaria; que es lo que todo escritor desea. Esto no
es de “copia y pega”, es de mi propiedad.
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