REVENTANDO EL OVARIO DE UN BOGAVENTE
Sí señor, así se lo
comen, y lo chupetean, a pesar de que el ácido úrico lo tengan por
las nubes, con el dedo gordo de un pié abotargado y doloroso; y el
PSA, con su alacrán, el muy cabrón, que jamás avisa, haciendo de
las suyas picando en la “castaña” prostática. Ellos, ambos dos,
sin rubor alguno, “rajan” de los nuevos políticos, sin tener en
cuenta la preceptiva tregua de los 100 días. Vamos, que ni siquiera
le han dado tiempo a que salga de los toriles, el astado que han de
torear en el albero político. Uno, recordando cuando formaba el
último, de tres en fondo, en las izadas y arriadas de banderas en el
patio de su colegio, tomando la vomitiva leche en polvo, y el queso
americano del “apretón de manos”, hoy lo hace, creyendo que está
en un palco proscenio, enarbolando un langostino de la Mar Chica,
dando mandobles a diestro y a siniestro, como un desmadejado
faraute, a todo lo que huele a cinabrio bermellón, como son las
brisas desinfectantes, que han salido de las urnas. Todo ello, como
un pobre pancista de estómago agradecido, muy “Prietas las Filas”,
en las preciosas “Montañas Nevadas”, y con su “Cara al Sol”,
que bien nos alumbra en la actualidad. Pero siempre entrando y
saliendo por las poternas de la política local, o por la oscura, y
empinada Puerta del Socorro, porque no le permiten acercarse al
puente levadizo de la Puerta de la Victoria, en el Hornabeque, y
mucho menos a la de Santiago, que es la principal de la Plaza. Dicen
porque su categoría no tiene fuste, que es de andar por casa.
También pululan por las
modernas barras tabernarias, que huelen a lejía, los católicos de
izquierda, que cada vez yo los veo menos de izquierda, pero más
católicos, o a la inversa, ..... no sé; la verdad es que me lío.
Yo creo que son los que se cambian de jubón, según los aires que se
respira.
Cada vez que no les
aplico la planilla para tapar sus escritos, flagelándome con su
lectura, tengo la impresión de que leo un procaz opúsculo
retrógrado facistoide.
Albert Camús decía que
de todos los santos, los que más le gustaban eran los laicos. Un
poquito de retranca tenía D. Alberto, ¡eh!. Cuando se lee a este
hombre, le hace sentir a uno cuando te miras al espejo, que parece
que nuestros ojos muestran lo que negamos con las palabras, dejándote
un tanto avergonzado, y en pelota picada.
Bueno, pues a estos
venerables, e ilustres chupadores de gambas y bogavantes, los que
sus espejos solo les retrotraen a tiempos “Inmemoriales”, creo
que a uno, debido a su absurdo casticismo agarbanzado, adquirido bajo
la visera de los 12 kms. melillenses, debiera ser nombrado: “Gran
Camarlengo del Ilustre Colegio de Pancistas Agradecidos”; y al
otro: “Presidente Encomiástico de la Lisonja y la Zalamería”.
Claro que si lo desean, de mutuo acuerdo, bien pueden intercambiarse
los títulos, porque ambos son merecedores de ellos.
Y sobre la parafernalia
de imposiciones de bandas, chapones en los pechámenes y entregas de
metopas, creo que como decía Quevedo antes de palmarla: “La música
que la pague quien la oyere, yo no”. Yo tampoco, claro; ¿y usted?.
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