05 agosto 2015

REVENTANDO EL OVARIO DE UN BOGAVENTE


Sí señor, así se lo comen, y lo chupetean, a pesar de que el ácido úrico lo tengan por las nubes, con el dedo gordo de un pié abotargado y doloroso; y el PSA, con su alacrán, el muy cabrón, que jamás avisa, haciendo de las suyas picando en la “castaña” prostática. Ellos, ambos dos, sin rubor alguno, “rajan” de los nuevos políticos, sin tener en cuenta la preceptiva tregua de los 100 días. Vamos, que ni siquiera le han dado tiempo a que salga de los toriles, el astado que han de torear en el albero político. Uno, recordando cuando formaba el último, de tres en fondo, en las izadas y arriadas de banderas en el patio de su colegio, tomando la vomitiva leche en polvo, y el queso americano del “apretón de manos”, hoy lo hace, creyendo que está en un palco proscenio, enarbolando un langostino de la Mar Chica, dando mandobles a diestro y a siniestro, como un desmadejado faraute, a todo lo que huele a cinabrio bermellón, como son las brisas desinfectantes, que han salido de las urnas. Todo ello, como un pobre pancista de estómago agradecido, muy “Prietas las Filas”, en las preciosas “Montañas Nevadas”, y con su “Cara al Sol”, que bien nos alumbra en la actualidad. Pero siempre entrando y saliendo por las poternas de la política local, o por la oscura, y empinada Puerta del Socorro, porque no le permiten acercarse al puente levadizo de la Puerta de la Victoria, en el Hornabeque, y mucho menos a la de Santiago, que es la principal de la Plaza. Dicen porque su categoría no tiene fuste, que es de andar por casa.
También pululan por las modernas barras tabernarias, que huelen a lejía, los católicos de izquierda, que cada vez yo los veo menos de izquierda, pero más católicos, o a la inversa, ..... no sé; la verdad es que me lío. Yo creo que son los que se cambian de jubón, según los aires que se respira.
Cada vez que no les aplico la planilla para tapar sus escritos, flagelándome con su lectura, tengo la impresión de que leo un procaz opúsculo retrógrado facistoide.
Albert Camús decía que de todos los santos, los que más le gustaban eran los laicos. Un poquito de retranca tenía D. Alberto, ¡eh!. Cuando se lee a este hombre, le hace sentir a uno cuando te miras al espejo, que parece que nuestros ojos muestran lo que negamos con las palabras, dejándote un tanto avergonzado, y en pelota picada.
Bueno, pues a estos venerables, e ilustres chupadores de gambas y bogavantes, los que sus espejos solo les retrotraen a tiempos “Inmemoriales”, creo que a uno, debido a su absurdo casticismo agarbanzado, adquirido bajo la visera de los 12 kms. melillenses, debiera ser nombrado: “Gran Camarlengo del Ilustre Colegio de Pancistas Agradecidos”; y al otro: “Presidente Encomiástico de la Lisonja y la Zalamería”. Claro que si lo desean, de mutuo acuerdo, bien pueden intercambiarse los títulos, porque ambos son merecedores de ellos.
Y sobre la parafernalia de imposiciones de bandas, chapones en los pechámenes y entregas de metopas, creo que como decía Quevedo antes de palmarla: “La música que la pague quien la oyere, yo no”. Yo tampoco, claro; ¿y usted?.



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