CONTANDO BORREGOS (Publicado 30.08.2016)
Dice
un cuento que en un pueblo muy lejano, vivía un niño, que contaba
entre seis y siete años de edad, llamado Jeromín, como el del
militar, hijo
ilegítimo,
-más bien bastardo-, del Rey Carlos I.
Su humilde casa estaba en las afueras del pueblo, junto a un arroyo
de cristalinas aguas, donde vivía con sus padres: Cástulo y
Hermelinda, y un hermanito pequeño de apenas cuatro años, al que
impusieron Crispín. Cada día iba con su padre
al monte, cuidando de los borregos, que la familia poseía como
sustento para poder vivir con dignidad. Un día mientras estaba
sentado en una gran piedra, vio que a los lejos había un pequeño
borreguito blanco muy brillante, de aspecto hermoso y risueño, que
no pertenecía a su rebaño. El pequeño, con su curiosidad infantil,
sin dudarlo, corrió hacia el borreguito; y cuando logró llegar a su
lado, vio un hermoso arco iris, todo lleno de golosinas, que él no
podía alcanzar. Entonces Jeromín, se asombró, al escuchar al
pequeño animal que le decía: “Amigo Jeromín: te llevaré a un
lugar donde hay cientos de borregos de diferentes colores, y si
logras contarlos a todos, prometo que te daré muchos dulces para ti
y para tu hermanito”. Entonces el niño al llegar a ese lugar, vio
que era imposible contarlos a todos, porque los animalitos iban
desapareciendo apenas les echaba la vista encima. Y muy descorazonado
y abriendo muy despacito los ojos, se encontró medio adormilado, y
solo, en la piedra, escuchando la voz de su padre, que muy cariñoso
le decía: “Jeromín, hale, para casa, que se terminó la jornada”.
La
moraleja de este cuento, creo que es el cansancio de Jeromín, que
viendo tantos borregos juntos, y sus ruidosos e interminables
balidos, que como saben es cosa natural del género “Ovis
Orientalis Aries”, le fue imposible contarlos a todos, y el
pobrecito niño, lo que le ocurrió fue que harto de ver tantos
borregos: de primavera, recentales, ternascos, lechales, y que
también cansadillo que estaba el angelito de corretear por aquellos
cerros, se pegó un sueñecito en lo alto de la piedra.
Y
para terminar les diré que he leído un pequeño poemilla de
borreguitos muy bonito, precioso, que dice: “Brincan
en mamá/ Brincan en papá/ Unos blancos y otros morenitos/ Ya conté
muy bien/ Desde el uno a cien/ Uno a uno hay tantos borreguitos./ Hay
un capitán que me dice “ven”/ Vamos a brincar aquí en el heno/
Quieres ya crecer/ Yo le digo “no”/ Porque sé que ser chiquito
es bueno/ Deberían hacer en vez de pelea/ Algún mundo aquí para
brincar/ Ahí ya amaneció/ Despertó papá/ Señor capitán váyase
acostar/ lalalalala, lalalalala.../ Deberían hacer en vez de pelear/
Algún mundo aquí para brincar/ Ahí ya amaneció/ Despertó papá/
Señor capitán vayase acostar”. Creo que con 5 LA repetidas, es
suficiente.
No
sé ustedes, pero yo pienso que a estas horas, que son las 13.30 PM,
un platito de dos o tres costillitas de lechales, un “peaso” de
pan cateto del Puerto de la Torre, y regados con un riojita de
“Reserva”: ¡vamos!, que estarían para pegarle dos lametones a
los dedos índices y pulgares, o mejor a los diez: ¡qué más da!,
una vez puestos. ¿Usted qué dice?. Pues eso, que estaría
estupendo.
Como anécdota
curiosa, para los estudiosos de la Heráldica Española, y para los
curiosones, como este que les escribe, si se fijan en el Escudo
de Carlos I, en la Puerta de Santiago, en nuestra ciudad vemos a un
borrego, asido por las garras del Águila Bicéfala al pié y fuera
del escudo; exactamente en el mismo lugar que nuestro Dragón figura
en el de Melilla; que yo les invito a leer la bonita y curiosa
historia de nuestro escudo, que es el de la Casa de Medina Sidonia,
concedido por Real Decreto de Alfonso XIII, a nuestra ciudad, el
11.03.1913.
Para
terminar, como siempre, recuerdo a las
autoridades competentes, que la Purísima sea denominado: “Cementerio
Nacional de Héroes de España”
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