11 septiembre 2016

CONTANDO BORREGOS (Publicado 30.08.2016)

Dice un cuento que en un pueblo muy lejano, vivía un niño, que contaba entre seis y siete años de edad, llamado Jeromín, como el del militar, hijo ilegítimo, -más bien bastardo-, del Rey Carlos I. Su humilde casa estaba en las afueras del pueblo, junto a un arroyo de cristalinas aguas, donde vivía con sus padres: Cástulo y Hermelinda, y un hermanito pequeño de apenas cuatro años, al que impusieron Crispín. Cada día iba con su padre al monte, cuidando de los borregos, que la familia poseía como sustento para poder vivir con dignidad. Un día mientras estaba sentado en una gran piedra, vio que a los lejos había un pequeño borreguito blanco muy brillante, de aspecto hermoso y risueño, que no pertenecía a su rebaño. El pequeño, con su curiosidad infantil, sin dudarlo, corrió hacia el borreguito; y cuando logró llegar a su lado, vio un hermoso arco iris, todo lleno de golosinas, que él no podía alcanzar. Entonces Jeromín, se asombró, al escuchar al pequeño animal que le decía: “Amigo Jeromín: te llevaré a un lugar donde hay cientos de borregos de diferentes colores, y si logras contarlos a todos, prometo que te daré muchos dulces para ti y para tu hermanito”. Entonces el niño al llegar a ese lugar, vio que era imposible contarlos a todos, porque los animalitos iban desapareciendo apenas les echaba la vista encima. Y muy descorazonado y abriendo muy despacito los ojos, se encontró medio adormilado, y solo, en la piedra, escuchando la voz de su padre, que muy cariñoso le decía: “Jeromín, hale, para casa, que se terminó la jornada”.
La moraleja de este cuento, creo que es el cansancio de Jeromín, que viendo tantos borregos juntos, y sus ruidosos e interminables balidos, que como saben es cosa natural del género “Ovis Orientalis Aries”, le fue imposible contarlos a todos, y el pobrecito niño, lo que le ocurrió fue que harto de ver tantos borregos: de primavera, recentales, ternascos, lechales, y que también cansadillo que estaba el angelito de corretear por aquellos cerros, se pegó un sueñecito en lo alto de la piedra.
Y para terminar les diré que he leído un pequeño poemilla de borreguitos muy bonito, precioso, que dice: “Brincan en mamá/ Brincan en papá/ Unos blancos y otros morenitos/ Ya conté muy bien/ Desde el uno a cien/ Uno a uno hay tantos borreguitos./ Hay un capitán que me dice “ven”/ Vamos a brincar aquí en el heno/ Quieres ya crecer/ Yo le digo “no”/ Porque sé que ser chiquito es bueno/ Deberían hacer en vez de pelea/ Algún mundo aquí para brincar/ Ahí ya amaneció/ Despertó papá/ Señor capitán váyase acostar/ lalalalala, lalalalala.../ Deberían hacer en vez de pelear/ Algún mundo aquí para brincar/ Ahí ya amaneció/ Despertó papá/ Señor capitán vayase acostar”. Creo que con 5 LA repetidas, es suficiente.
No sé ustedes, pero yo pienso que a estas horas, que son las 13.30 PM, un platito de dos o tres costillitas de lechales, un “peaso” de pan cateto del Puerto de la Torre, y regados con un riojita de “Reserva”: ¡vamos!, que estarían para pegarle dos lametones a los dedos índices y pulgares, o mejor a los diez: ¡qué más da!, una vez puestos. ¿Usted qué dice?. Pues eso, que estaría estupendo.
Como anécdota curiosa, para los estudiosos de la Heráldica Española, y para los curiosones, como este que les escribe, si se fijan en el Escudo de Carlos I, en la Puerta de Santiago, en nuestra ciudad vemos a un borrego, asido por las garras del Águila Bicéfala al pié y fuera del escudo; exactamente en el mismo lugar que nuestro Dragón figura en el de Melilla; que yo les invito a leer la bonita y curiosa historia de nuestro escudo, que es el de la Casa de Medina Sidonia, concedido por Real Decreto de Alfonso XIII, a nuestra ciudad, el 11.03.1913.
Para terminar, como siempre, recuerdo a las autoridades competentes, que la Purísima sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes de España”



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