“EL PALMITO ENANO” DE SIDI MOHAMED
Sobre el
“Palmito Enano” de Sidi Mohamed, como ya saben los estudiosos, no
es el clásico palmito comestible, sino un cerro cónico que domina
el río Oro y Farhana, en el que el Emperador de Marruecos se
acercaba, desde el Cerro de San Lorenzo, donde tenía su cuartel
general, para examinar los adelantos del famoso Asedio que tuvo a
Melilla, desde que el 9-12-1774, cuando avanzó por la casa del
Renegado, cerca del Atalayón, al frente de unos 40.000 hombres,
hasta el 19-03-1775, que abandonó el Sitio dejando en el interior de
la Plaza, 117 muertos y 509 heridos. Debo decir que Melilla, a pesar
de “cuatro papafritas”, sigue rememorando la gesta donde se
cubrieron de gloria, entre otros, el primer caído, el Soldado del
Rgto. de la Princesa, Juan Rodríguez; el Cabo Alonso Martín, que
tiene calle en la ciudad, que el 9-01-1775, cayó junto a doce
desterrados (presos) en el Fuerte de Victoria Grande. El último fue
el Soldado Raimundo Capellera. Y no nos olvidemos de la civil María
de Mora, vecina de la Plaza, que el 7-01-1775, mientras intentaba
ayudar a un soldado, cayó muerta junto al Torreón de San Juan; y
también del niño Calixto Gil, de quince años, grumete del
chambequín “Andaluz”, que el 13-03-1775, también cayó muerto,
cerca del túnel de Santa Ana. A veces creo que el amor que siento
por Melilla, la ciudad donde vine a la vida, es un pecado de egoísmo,
y nada más lejos, ya que creo que para todos los melillenses, y en
concreto los que nos encontramos residiendo fuera y hacemos patria
chica, desarrollamos la españolidad sin límites.
Y volviendo
a ese “Palmito Enano”, hay que decir que la carroza con los
caballos, y la tienda que montó el Emperador en su campamento,
fueron regalos de nuestro Carlos III, donde se reunía con su estado
mayor, y sus hijos, Muley Alí, el que bombardeaba por el centro, y
Muley Maimón, que lo hacía por la izquierda, mientras él atacaba
por el ala derecha. También los melillenses debieran saber que
algunas calles de nuestra ciudad están rotuladas con nombres de
muchos de los caídos en esos 100 días de Asedio, como la del
Capitán Miguel Zazo Camacho, que todos la conocemos solamente con el
primer apellido: “Miguel Zazo”, o la del Teniente, Antonio
Falcón; pero el nombre que a muchos de nuestros vecinos, y algunos
residentes, “le rechinan los dientes”, es el del Mariscal de
Campo, D. Juan Sherlok; o sea, que les jode un montón, en vez de
hacerlo con la Guardia Negra, famosa por su crueldad, que el
Emperador, trajo junto a sus 40.000 hombres para el famoso Asedio, y
que al abandonarlo, muchos de ellos me imagino, se quedaron en los
alrededores de Melilla, “lampando por un plato de jarera”. A
veces mis humildes emanaciones literarias, que solo son fragmentos
del presente, recién apresados por mi consciencia de los años,
salen a flote convertidas en versos que yo escribía cuando vestía
el kaki en el Destacamento de la Desinfección Vizcaya, junto al
Rgto. de Caballería Alcántara, recordando una de mis travesuras, de
cuando apenas tenía la comunión cumplida, y tuve el atrevimiento de
escribir: “Subiendo por la Puerta de la Marina,/ siendo chico,/ en
sus escaleras caí./ En la plaza de los Aljibes,/ ante un militar me
dolí./ Éste, al verme triste y lloroso/ me acarició./ Ahora mi
espíritu/ vive ese recuerdo./ ¿Sería este soldado, aquél/ que
con espada, calzas y lanzas/ Melilla conquistó?./ Pienso que aquél,
era hermano de éste;/ y eran españoles/ como yo”.
Esa Guardia
Negra era muy similar a la de los Mamelucos, de Egipto, que el Gran
Duque de Berg, Joaquín Murat, Mariscal de Napoleón trajo de
escolta, instalándolos en Carabanchel, que cuando el Levantamiento
del 2 de mayo en Madrid, degollaron a ciudadanos, con sus cimitarras,
que solo luchaban con palos contra ellos, (ver “La Carga de los
Mamelucos”, de Goya).
Y como
siempre que nombro a Napoleón, me viene a la memoria, que en nuestra
ciudad existe una calle con su nombre, y como tal hecho ustedes,
señores lectores, currantes, españolitos que pagan sus impuestos, y
les joden estas cosas absurdas permitidas por los políticos, que
cobran de esos impuestos, estarán de acuerdo conmigo que la llamada
“Guerra de la Independencia” fue cuando ese general quiso
instalar en España su “chalet de verano”; y también si leemos
algunos nombres de nuestro callejero, como Agustina de Aragón, Daoíz
y Velarde, General Castaños, Palafox, Alcalde de Móstoles (Andrés
Pérez Villamil), comprobarán que es una ofensa a nuestra
inteligencia, y por ende por lo que aquéllos Héroes lucharon, y
muchos perdieron sus vidas, por nuestra Patria. Pero ya sé que todas
estas palabras, reivindicando la retirada de ese nombre, les importa
un carajo, o sea, ná de ná. Bueno, pues allá ellos.
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