LA CALLE NAPOLEÓN Y SIMILARES
Yo sé que por ser un
mangangá, mosca cojonera, o un coñazo de tío, estos políticos no
me hacen ni puto caso, si acaso les aflora una falsa sonrisita; la
prueba la tenemos en que hace ya varios años que vengo reivindicando
la retirada de Napoleón de una de nuestras calles, para que coloquen
el nombre de mi profesor de música, D. Julio Moreno, que tanto hizo
por varias generaciones de niños melillenses, o sea, por la cultura
de la Ciudad, sin cobrar un céntimo y ellos, o ella: tararí que no
te vi. Si me lo permiten, también deberíamos reflexionar si los
nombres del Viento, Espalda al Viento, La Estrella, y otros nombres,
iguales de absurdos, deben estar en el callejero de una ciudad que ha
sido cuna de hombres y mujeres ilustres. Por mi oficio de Cartero
Urbano, de clasificador de poblaciones nacionales e internacionales,
y de calles en los distintos destinos que he desempeñado, yo siempre
creí, y estaba seguro de ello, que los nombres rotulados en las
mismas, si son de grandes filósofos, poetas, músicos, profesores,
arquitectos, descubridores, militares que glorificaron con sus vidas
la españolidad de esa ciudad estaban, por sus merecimientos, muy
bien colocados en sus esquinas; pero que a un señor, que poseyó una
flota de viejos autobuses, que “resoplaban renqueando” por la
“Cuesta de la Shell”, que cobraba sus viajes con la tarifa
estipulada; o a médicos, que por su trayectoria profesional
ejercieron, con aciertos y desaciertos, su digna profesión de
galenos, haciendo honor al Juramento Hipocrático, que también
percibían sus buenos dineros por sus consultas; también a una
persona que se manifestó, groseramente, haciendo burla y escarnio de
los que son distintos; a los seudo-periodístas, viejas
reminiscencias del pasado, -esto: ¡manda cojones!-, que durante
varias décadas, solo hicieron por la ciudad comentarios en la radio;
y ahora que las autoridades coloquen los nombres de algunos de ellos,
en varias esquinas de nuestras vías urbanas, como si hubiesen sido
grandes, y eminentes próceres, la verdad es que todo me parece una
burla, o cachonda tomadura de pelo, hacia los ciudadanos, que aún
conservamos las conexiones sinápticas en nuestro hipocampo, en
perfectas condiciones.
Ahora que dicen, -hasta
que no lo vea no me lo creeré, claro-, que van a retirar parte del
mamotreto vergonzoso del “León de la Avenida”, yo reclamo,
porque lo deseo, que la glorieta que quedase en ese lugar, llevara el
nombre del General D. Manuel Romerales Quintero, que siendo
Comandante General de la Ciudad, fue fusilado por los fascistas, al
no secundar el Golpe de Estado de julio de 1936; además que la
glorieta es el lugar donde en aquéllos aciagos, y luctuosos años,
se encontraba el Café La Peña, cuyo propietario también fue
fusilado. Yo pienso que, aunque tarde, al menos se haría justicia, y
algo se repararía. O quizás también al Aeropuerto darle el nombre
de aquél glorioso y mártir Comandante General: “Aeropuerto
General Manuel Romerales Quintero”. Un buen amigo me comentaba hace
unos días que al paseo marítimo de Horcas Coloradas, debieran
bautizarlo con el nombre: “Paseo Marítimo del Recuerdo”, y que
colocasen en plaquitas de lozas, varios nombres de personajes
populares que ha habido en la ciudad, nombres que todos conocemos, y
que serían recordados y glorificados a orillas del mar.
Yo tuve un compañero en
Correos, de la plantilla de Melilla, que ahora reside junto a los
Héroes y Mártires en la Purísima, muy cachondo él, que decía:
“En Melilla, uno se pega un peo, y le cuelgan una medalla en el
pecho, y le entregan una metopa que diría: A la memoria del céfiro
maloliente que Fulanito, soltó en la Avenida, esquina con Arturo
Reyes”. Dicho esto, y que aplaudo, yo me considero “ex cátedra”,
en condiciones de afirmar que todas las cosas agradables de nuestra
vida que dicen que son pecado, o carecen de educación, o engordan,
digo rotundamente que es falso. Por eso, según el Dr. Pancorbo
Morales, contra la mala leche, el desdén, y el menosprecio hacia el
semejante, siempre receta la risa, que tomada en sobredosis, puede
uno “partirse”, “troncharse”, o “mearse”, pero jamás
“morirse”.
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