16 agosto 2006

Señora Ascensión

A LA MEMORIA DE LA POETISA CORDOBESA, SEÑORA ASCENSIÓN
El sello de tristeza y dolor en su sereno semblante por la muerte de su hijo Antonio quedó indeleble hasta los últimos días de su vida. Ella era la señora Ascensión; la abuela Ascensión para muchas de las personas que llegamos a tratarla con el cariño que emanaba de su trato y sus palabras. Había nacido en Lucena, pueblo de la provincia de Córdoba, comarca de los grandes caldos de “Montilla-Moriles”. Fue en éste último donde parió a sus siete hijos, “y muy bien paridos”, decía. Desde hacía más de dos décadas, en temporadas invernales, el aire de Málaga la traía de la mano junto a su esposo, el abuelo Emilio, para visitar a su “Patro”, su hija, Patrocinio de nombre. Entre los viñedos de Moriles le salió la vena poética haciendo cantar su alma dentro de su cuerpo. Sus versos austeros y cadenciosos los llenaba de amor por sus hijos y nietos. Tenía la gran virtud de poetisa de hacernos llegar su luz de bondad cuando declamaba sus versos sencillos y llanos. “Me gusta Málaga por el azul de su cielo y su mar, pero mi amor por los campos de viñedos de Moriles es el no va más”, me dijo un día con la vista ya mermada. A la abuela Ascensión le gustaba ver los rostros de la gente porque le decían las frases que llevaban dentro. Mujer sencilla y sabia, por los años que aguantó a la vida en los años de la cruel posguerra teníamos los dos unas disquisiciones sobre los pecados capitales; ella que eran los siete del catecismo del Padre Ripalda, “muy bien, abuela, pero yo tengo solamente dos”. Hizo que le dijera cuales eran y que se los explicara: “Existen dos únicos pecados capitales en el hombre: la Impaciencia, y la Inercia. A causa de la Impaciencia, fuimos expulsados del Paraíso y a causa de la Inercia aún no hemos regresado ninguno”. En cada viaje a casa de su Patro ella me recitaba sus versos escritos en su casa de Moriles y yo le leía a Lorca, Neruda y Machado entremezclando algunos humildes versos míos. Así era la abuela Ascensión, mi amiga poetisa, cordobesa, que hoy descansa en el panteón familiar de su pueblo, Moriles, en compañía de su amado hijo Antonio y de su esposo, el abuelo Emilio. Desde estas páginas es mi deseo que su poesía resplandezca como el sol de nuestras dos ciudades en el estío, su andaluz Moriles y nuestra Melilla africana.

Contador de visitas