A MOHAMED ABDELA ZIZ MOHAMED
La verdad, señor Mohamed, que su extensa réplica, llena de suaves
retrancas, cuando me dice que no tiene claro si me “produce
sorpresa o indignación”, el llamarse Mohamed; créame si le digo
que me es indiferente, como si se llamase Hermógenes; o si me pide
perdón por ser bilingüe: “porque también hablo tamazight, chelja
o como usted prefiera llamarlo”; por mí como si habla usted el
tupí del amazonas, o el kiswahili de Uganda. “En un colegio
público los maestros se esforzaron en enseñarme castellano, algo
aprendí”; y en mi familia también se esforzaron en enseñarme
chelja, y algo aprendí”. Pues mi enhorabuena. Claro que la
disyuntiva la tiene cuando en documentos anglosajones le piden cuál
es su lengua materna, y escribe “castellano y tamazight”, porque
puede razonar en los dos idiomas, porque eso enriquece a cualquiera
que sea bilingüe. Y a continuación me hace un aventurado juicio de
valor: “Pero claro que no creo que usted llegue a entender de lo
que le hablo, pues no sabe ni sabrá jamás que es esa sensación”.
Bueno quizás cuando estoy en los brazos de Morfeo, puede que mis
cinco sentidos los tenga en estado de letargo, pero ahora que estoy
tecleando mi contrarréplica, créame que los tengo en perfecto
estado de revista. No sabe si yo soy hijo de inmigrantes, él dice
que no lo es, y muy amablemente me recomienda: “Pero oiga no se
preocupe si usted es hijo o nieto de inmigrantes, no se preocupe en
absoluto, porque todos de una forma o de otra lo somos y es usted
bienvenido”. ¡Hombre!, no sabe usted lo que le agradezco esa
“bienvenida” que me hace a la ciudad que por primera vez vieron
estos zacais, que se los ha de tapiñar la tierra, que es la misma
que mis ancestros le hicieron a los suyos cuando llegaron a mi
ciudad, deseándoles una venturosa estancia. La emoción que me
embarga, hace que una lágrima asome por mis mejillas, y le digo:
Gracias, muchísimas gracias, querido conciudadano. Y sigue
afirmando que de lo que yo ni el “historiador más versado del ala
derecha de este país”, -qué querrá decir con el ala derecha-, le
va a convencer, es que en Melilla no se hablaba tamazight, o alguna
de sus formas primitivas, no antes de la llegada de los castellanos,
sino incluso antes de que llegaran los romanos. También cree que
Melilla debiera proteger ese idioma, afirmando que el tamazight es
un idioma de Melilla, y el que lo considere extranjero también
considera extranjero a la ciudad como tal. Item más: “Extranjero
es el inglés en Melilla, el francés, el catalán (sic) o el gallego
(sic). Esos son idiomas extranjeros en Melilla. Pero el tamazight
no, porque fue el idioma el que invadió la ciudad, que fue fundada
donde ya se hablaba ese idioma”. Así, sin más, y sin beber ni un
buchito de agua. Yo rogaría a los lectores que cuando hayan leído
esa afirmación no lo tomen a choteo, ni a cachondeo, y mucho menos
con regodeo, a ser posible emitan una sonrisa benevolente; porque si
este señor cree que el catalán y el gallego son extranjeros en
Melilla, sus razones tendrá. A su pregunta si me gusta pensar que el
chelja es marroquí, créame como bien me dice, que lo disfruto con
salud y además con felicidad, porque aparte de que lo pienso, lo
reafirmo con total rotundidad: El chelja es del Rif, marroquí, del
lugar de donde vinieron sus ancestros, que sí que fueron
inmigrantes, porque llegaron del extranjero a España, y no los míos
que llegaron de una ciudad española a otra de la misma nacionalidad.
Y sobre lo del catalán y el gallego que dice que son idiomas
extranjeros en Melilla, y por ende en España, pienso que como dice
el refrán: “Ha metido usted la patita hasta el corvejón”, o si
lo prefiere más fino: Se ha columpiado suavemente junto a su supina
ignorancia. Yo creo que los lectores tienen la última palabra, y
ellos sabrán dilucidar si dos lenguas peninsulares españolas son, o
no son, extranjeras en mi ciudad, Melilla, por ende España, que no
de España, -ojo con el matiz de la preposición “de”-, que no es
lo mismo mi anillo, que es mío, porque me costó un huevo, y lo
puedo vender, cambiar o regalar, que mi dedo, que es parte integrante
de mi cuerpo sandunguero; o sea, yo. Y sobre lo que refiere a que
Cándido Lobera manifestó, el “Desacierto de echar por tierra la
Mezquita de Santiago”, debo decirle que en el “Acta de
Demarcación de los nuevos Límites de la Plaza de Melilla y su Campo
Neutral”, firmada, la primera en Tánger, el 21/06/1862, y la
segunda en el Campamento de Draá-Es-Seyet -frente de Melilla-, el
14/11/1863, en su art. 3º dice: “A fin de evitar las cuestiones a
que necesariamente daría lugar la entrada de los moros del campo
para visitar la mezquita que hay dentro de los límites en el lugar
llamado Santiago, dicha mezquita será destruida y arrasadas las
higueras y chumberas que la rodean. La destrucción de la mezquita y
limpia del terreno circunvecino se hará por las tropas marroquíes o
por los habitantes de las tribus”. Así que si Cándido Lobera se
pronunció de esa forma sus razones, debido a las connotaciones de la
época, le obligarían a ello. Otra florecita que me lanza, y que le
agradezco de todo corazón, ya que le parece mentira que gente como
yo, que les deleito con con mi vasta (sic) cultura, con citas en
latín, de las que traduzco, hable del asedio al que un emperador
marroquí sometió a la ciudad en el XVIII. Bueno con respecto a
aquél Asedio (1774-1775), ese Emperador, hay que reconocer, fue un
poco tramposo, ya que solo quería la guerra por tierra, pero nuestro
Carlos III, con gallardía, le dijo que se fuera a hacer gárgaras, y
fíjese lo que ocurrió; pero bueno, eso es otra historia. Y ahora
vienen sus consejos, cuando me dice: “¡Pero hombre de Dios, ya
está bien!; ¿No tiene usted otra cosa sobre la que leer?”, que
hay literatura bélica a montones, y que ha habido guerras hasta
debajo del mar”, -creo que se refiere a la de los submarinos-. Me
recomienda “de corazón”, que lea “Seda” de Alessandro
Baricco, un libro muy amable que me vendría “muy bien para
endulzar un poco ese carácter” -el mío-. Hace varios años leí
ese libro, y me pareció que contenía muchos adjetivos relamidos y
cursis, y con una sutileza sobre los gusanos de seda, que el
protagonista, Hervé Joncour, traía del Japón en el siglo XIX.
Y si veo que no puedo aceptarlo, o no quiero, “por estar en su
salsa, que siga escribiendo sobre sus Héroes de la Purísima, que
vinieron a luchar contra esas hordas salvajes que no hacían más que
darse al saqueo y a la destrucción, y que hablaban alguno de los
idiomas salvajes como el tamazight”. Menos mal que esos escritos,
le molestan menos que mis “ideas sobre un idioma que no conozco, ni
conoceré jamás”, y que no hago ningún favor a la convivencia de
nadie en esta ciudad, y ni al enaltecimiento que tanto promulgo. Y
con un cordial saludo se despide como un conciudadano. Bueno, la
verdad es que por lo menos no me ha invitado a que me tome un vasito
de leche y me acostase, como me dijo una señora de su misma cuerda.
Terminada la exposición
y alguna que otra respuesta, le diré que aunque la sátira consiste
en rebajar al hombre hasta donde se merece, y un poco más yo, la
verdad, lo he encontrado bizcochoso y merengoso, hasta los juicios de
valor que me hace; aunque yo siempre procuro escribir con letras del
tamaño de mi corazón, chispita más o menos, y con pocos
preámbulos. También deseo pedirle, rogarle, y si lo prefiere se lo
suplico, que cuando se refiera a los Héroes, en plan peyorativo,
“estando en mi salsa”, le pido por favor que se ponga en pié,
con las palmas de las manos entre la cadera y los muslos, e incline
la testa con el gesto de humilde y sublime respeto, que les debemos a
todos los que están enterrados en sus tumbas y panteones, en La
Purísima, porque gracias a ellos usted, y la gran mayoría que
alcanzaron la nacionalidad española, en el siglo pasado y
principalmente en los ochenta, están disfrutando de una democracia
en un país libre.
PD Yo también le
recomiendo la lectura de un libro muy esclarecedor, que trata de la
tierra de sus ancestros, de su cultura, usos y costumbres: “Abd El
Krím y la Guerra del Rif”, de David S. Woolman No es tan meloso,
ni tan sedoso, como el del italiano, pero como ya le digo, debiera
ser el libro de cabecera de muchas personas, como usted, y de las que
padecen el síndrome de Estokolmo, o sin él, que haberlas háylas en
mi ciudad, Melilla. Y ahora viene el latinajo: “Vincit omnia
veritas”, que traducido a mi idioma: “La verdad lo conquista
todo”.
Y como el ser agradecido
es de bien nacido, reciba un saludo.
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