YO TAMBIÉN QUIERO QUE MOHAMED VI PIDA PERDÓN A FELIPE VI (7ª)
or
otra parte yo creo que, en toda España, no hay un lugar donde exista
esta inmensa memoria de nombres y fechas escritas con lágrimas y
sangre, de tanto heroísmo como en nuestro Cementerio de La Purísima.
La
frase que dice: “El pueblo que honra a sus héroes, y a sus
mártires, se honra a sí mismo”, yo, como españolito corriente y
moliente, siempre la he tomado como lema, pero con tanta humildad y
pudor, que a veces creí que cometía una indiscreción cuando les
obligaba a todos ellos a “manifestarse”, con nombres y apellidos,
en estas páginas, por medio de las “Cartas desde la Purísima”.
Y también lo que, desde hace más de una década, vengo reclamando a
las autoridades, para que denominen a nuestro Camposanto: “Cementerio
Nacional de Héroes, La Purísima Concepción”.
Y
ahora viene la pregunta del millón, que muchos españoles de raza y
de corazón, nos hacemos: ¿A quién deben reclamar los
descendientes, hijos y nietos, de nuestros Héroes y Mártires?,
porque estoy seguro que haberlos aún háylos por ahí, que fueron
capturados, asesinados y masacrados cobardemente, después de su
rendición en las distintas posiciones como Monte Arruit, Drius,
Tarfesit, Igueriben, Zeluán, Annual, y tantos blocaos, repartidos
por esas agrestes e inhóspitas tierras, desconocidas para aquéllos
soldaditos españoles: ¿Se la pedimos a los descendientes del
rebelde, reformador y presidente de esa seudo-incipiente-república
rifeña?, ¿Se la pedimos a Mohamed VI ?, o mejor, si les parece,
quitamos al “Soldado de las Campañas”, con su salacot, y su
mirada al Gurugú, que lleva haciendo guardia, en la Plaza de España,
desde la II República, y en su lugar colocamos a Sidi Mohamed, aquél
Emperador del famoso Sitio, que duró cien días (1774-1775); y ya
que estamos en el ajo, pues bajamos a Estopiñán, con su gonfalón
de los Medina Sidonia al viento, en El Pueblo, y colocamos a ese
señor, de mirada incierta, y vestido con su chilaba parda. Estoy
seguro que del Cementerio de La Purísima saldrían lágrimas de
dolor y de pena, rodando Castelar abajo, ya que sus muertes en
defensa de la españolidad de Melilla hubieran sido baldías, por la
felona acción de los que permitieron esos hechos, como de los
asesinos harqueños de Abdelkrím.
Así
que yo, ante eso, también quiero, y solicito de S. M. Mohamed, que
pida perdón a mi Rey Felipe, por las muertes de españoles,
acaecidas, durante los más de cinco siglos que mi ciudad es España,
y muy en particular los que sucumbieron en la llamada Guerra del
“Desastre de Annual”.
Y
ahora, mis queridos lectores, si me lo permiten, solicitando vuestra
benevolencia por el largo artículo que, por su extensión, he
fraccionado en ocho trozos, debo decir que en nuestro Cementerio de
La Purísima, hay enterrados miles de españoles, en el que la gran
mayoría son militares, Héroes y Mártires, de los que buena parte
de ellos lo están en fosas comunes. Y digo Héroes porque dieron
sus vidas por nuestra Patria, y Mártires porque miles de ellos, una
vez que se rindieron, desarmados, enfermos y depauperados, en sus
posiciones, fueron vilmente masacrados; y que solamente los
recordamos, en obligados cumplimientos y conmemoraciones, varios días
al año; en los que en esas fechas, los componentes de un partido
local, que cobran de lo que pagamos todos, con nuestros impuestos,
jamás han acudido a rendirle el merecido homenaje; y yo digo: y para
qué, porque si no sienten en sus almas ese calor de gloria patria,
como los demás componentes políticos, y de tanta gente de a pié,
que hay en la Ciudad, pues que se queden en sus casas, que ninguna
falta hacen.
Tengo
que decir que cuando escribo sobre el Cementerio, de sus Héroes y de
sus Mártires, siempre ejerce en mi corazón una influencia sedante.
Pero cuando leo a alguien que, por su crasa ignorancia, porque se
hace el lipendi, (que no es supina), ha escrito algo, que a mí me
parece peyorativo o despreciativo, siento que la adrenalina se me
dispara, dando lugar a estas reflexiones que hago. Quizás suene a
algo cursi, si les digo que cada vez que subo a nuestro Cementerio, y
fijo mi mirada en La Matrona España (El Ángel), con la Corona de
Laurel en la mano derecha, y en la izquierda, la Palma del Martirio,
que les ofrece a todos los que descansan bajo sus pies, ese aroma de
Gloria que embalsama el aire, siempre se me aparece como una pequeña
recompensa a mis pensamientos de sensibilidad, como el sonido de un
violín ocioso, interpretado por una mano profana en ese bello arte
como es la música.
(Continuará)
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