CANTINERAS HEROICAS
Cada vez que viajo a
Melilla, y visito la tumba de mis padres, también subo hasta el
glorioso patio del “Ángel”, para “saludar” a Juana Martínez
López, que fuera la cantinera de Batel, más conocida como la de
Monte Arruit, porque al
caer Batel, cuando las tropas se retiraron hacia Arruit, una de las
personas que se integró en aquélla fuerza, fue Juana, la cantinera.
Sobre dicha marcha, y lo ocurrido en esa posición, Juana declararía
ante el General Picasso, en la elaboración del famoso expediente que
lleva el nombre de este general. También sobre
la intervención quirúrgica de la amputación del brazo izquierdo al
Tte. Coronel Fernando Primo de Rivera, Eduardo López Ortiz, Tte.
Coronel del Rgto. de San Fernando, recordaría en su diario: “…Entre
las dolorosas bajas que sus granadas nos producen hay que lamentar
del Tte. Coronel Primo de Rivera, a quien un trozo de proyectil deja
destrozado el brazo izquierdo. La herida es horrible y se impone la
necesidad de amputar el miembro inmediatamente. No hay cloroformo ni
anestésico alguno y eso es un contratiempo casi insuperable; lo sabe
el valeroso jefe y él mismo anima a los médicos para que le operen
sin miedo ni reparo: “Aguantaré”, dice: “Que me den un trapo
para morder”. Y sin un grito, sin una queja, soporta estoicamente
aquella intervención, pues ya adelantada, solo se le oye decir:
“Terminen pronto”. Al fin concluyen los cirujanos y, agotado por
los sufrimientos, se deja a aquél mártir en la cama, que hasta
entonces ocupó el General. La desgracia nos ha conmovido a todos, y
muy hondamente a sus amigos y compañeros. ¡Pobre Primo, siempre
cariñoso, siempre animado y alegre! ¿Sobrevivirá?. Creo que si…”.
Lamentablemente no fué así, ya que murió en la enfermería de la
misma posición, en los brazos de la Cantinera Juana.
Sobre
la salida de las tropas el 9.09.1921, y la masacre que hubo en Monte
Arruit, lo narró en “La Correspondencia Militar” (Madrid), el
27.10.1921, la testigo Carmen Rueda, hija del cantinero de
Dar-Drius, cuando acudió a Arruit para recoger los restos de su
padre: “...Carmen
se lo había oído a la cantinera del Batel, Juana Martínez, la
mujer que prestó sus más solícitos cuidados a los heroicos
defensores. Refería que cuando salían las tropas formadas, sin
armas: por delante, en sillas, en tableros, como podían, llevaban a
los heridos y enfermos, confiados por el pacto hecho, y entonces
sobre ellos cayó la jauría de tigres, que asesinó sin piedad,
traidora y cobardemente, cazando a los pobres que huían…”.
La
de Monte Arruit, María
Gómez Gil, que pocos recuerdan, fue la que también representó,
entre los cientos de mártires de esta posición, el espíritu de la
mujer española, como la compasión y el amparo maternal que tuvo con
nuestros soldados. En su regazo descansaron algunos moribundos que
cayeron bajo las balas del enemigo que los sitiaba.
Contaban que María
Gómez, envejecida y demacrada, tal como la vieron en el Hospital de
Melilla, hizo la aguada aquellos aciagos días, en que nadie se
hubiera atrevido a hacerlo. Ella, pese a la precariedad de la
situación, llevó el consuelo del agua para muchos heridos, y dió a
todos el alto ejemplo de su valor patriótico, con su entereza como
mujer y la resignación ante la cruel adversidad.
Esta
mujer fue herida de tres tiros: Uno de los días que regresaba a la
posición de Arruit con un poco de agua, recogida del arroyo,
cubierto de cadáveres en descomposición, recibió dos disparos.
Pudo llegar malherida hasta la posición, y al entrar en ella por una
ventana de las dos pequeñas construcciones entre las que se
levantaba el arco de entrada, teniendo el cuerpo vencido por la parte
de dentro y los pies aún en alto, y derribada en tierra, recibió
otro tiro en una pierna. .
También
hay que nombrar a Dolores Llompart Llevería, que llegó a Melilla el
30.07.1909, siendo la cantinera del Bon. de Cazadores, Alfonso XII.
En esta Campaña del
“Barranco del Lobo”, se
popularizó Asunción Martos, cantinera del Batallón de Cazadores de
Talavera, de la que en el Museo del Alcázar de Toledo se conserva un
retrato vestida de uniforme. Existe la anécdota recordando que el
vino que vendía, “...no
era ni blanco, ni tinto, ni de otro color...”,
aunque le pedían que “...echara
media de vino al porrón...”.
Hay quien afirma, según la Revista Nuevo Mundo (1909), que Asunción
Martos había dado su nombre, durante la Guerra Civil, a la popular
canción titulada: “El
vino que vende Asunción”.
En
el transcurso de 1920, Vicenta Valdivia Salmerón, nacida en Berja,
Almería, con tan solo 17 años, se sintió atraída por el reciente
creado Tercio (La Legión); y viajando a nuestro Protectorado se
empleó en Tahuima, como encargada de la limpieza del bar de la 1ª
Bandera, donde el Comandante Vicente Rojo, la bautizó como “La
Peque”. También Herminia Morgado Fuentes, de
23 años, Cantinera de La Legión, fue herida en campaña. Muerta el
9.10.1925. Sus restos descansan en la Fosa General, parcela 14, de
nuestro Cementerio.
Entre
aquéllas primeras cantineras de la Guerra de África (1859-60), fue
muy célebre Ignacia Martínez, que con riesgo de su propia vida
salvó la de un oficial herido, y las de muchos soldados,
dándoles el cariñoso aliento en sus últimos momentos.
Yo
solo espero que estas sentidas y humildes líneas, sirvan como un
pequeño homenaje a aquéllas mujeres que ofrecieron sus vidas en
defensa de nuestros soldados, en los campos de batalla. También
ruego a la clase militar de nuestra ciudad, al mismo tiempo que rinde
cada año homenaje a nuestros Héroes y Mártires, también lo haga,
con todos los honores, a estas abnegadas y heroicas mujeres. Como al
Soldado Presbítero, Vidal Pons, Capellán Voluntario en La legión,
perteneciente a la Orden de los Escolapios, que una vez herido de
gravedad, fue retirado del campo de batalla por la cantinera del
Tercio, y un legionario. Para información de historiadores, este
Soldado Presbítero se halla enterrado en el Panteón de Héroes, a
la derecha del altar, (Evangelio).
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