05 enero 2017

DEDICATORIA LOS ESCRITORES CHIRLES QUE CARECEN DE BUEN HUMOR

Hace tiempo tomé la decisión, y creo que no es mala idea, de que en las réplicas y contrarréplicas, que pueda hacerle a cualquier camaleón-mascabrevas, para que el hombre se encuentre en su salsa, todas deben ser escatológicas, pero sin mandarlo a la mierda, ya que si lo hago, me castigan de rodillas, y de cara a la pared. Lo digo porque no vale la pena andar rebuscando datos y más datos en mis archivos con aquéllo del “y tú más”, dolorosos todos ellos, para que al final, el andova, no se dé por enterado. El poeta argentino Juan Gelman dijo: “... Ahora no están los dictadores, pero han quedado los organizadores del olvido”. Esta frase del gran poeta, que no chirle como el de un “camaleón” conocido, se refería a las trabas que le pusieron cuando buscaba a su nieto recién nacido, hijo de su hijo, desaparecido durante la dictadura en Argentina, que muy bien pudiéramos compararlo con el gobierno del PP aquí en España, respecto al incumplimiento (sic) de la Ley de la Memoria Histórica. Así que, si no les importa, aquí llevan ustedes la primera dedicatoria:
José Luís Cuerda, director de cine, dice que el recto, situado en las proximidades del ano, sabe si lo que soporta es sólido, líquido o gaseoso. Por lo que cabría preguntarse si no es más sabio el culo de todos que el pensamiento de muchos. También San Agustín, o San Agustín de Hipona o si lo prefieren en latín: Aurelius Augustinus Hipponensis, decía: “Hay hombres que sueltan tantos pedos sin hedor y a su arbitrio, que parecen que cantan también por aquélla boca”. Para estas “cosas”, mi amigo D. Ricardo Redoli, tiene un chiste, que él convirtió en “chisneto” (soneto) que encaja perfectamente al tema, titulado: “DE UNO QUE TENÍA EL MUELLE FLOJO”, y dice así:
Colegas de una misma profesión
quisieron celebrar su aniversario
preparando un banquete extraordinario
y festejar, con ello, a su Patrón.
Consignando la lista pertinente
surgió el nombre, entre otros, de un contable,
cofrade de recuerdo memorable,
por tener muelle flojo y maloliente.
A pesar de que algunos se opusieron
-entre ellos el dueño de la villa
donde habría de darse la velada-,
al final, un antiguo camarada
convenció al personal y decidieron
invitar a la fiesta al “barriguilla”.
Y acudieron de todos los rincones
antiguos compañeros al evento.
No habría que decir que el “elemento”
era el centro de las murmuraciones.
Comenzada la cena, el mencionado,
dio muestras de sudores repentinos:
un pasmo le corrió los intestinos
y el dueño de la casa, mosqueado,
le preguntó al “flojillo” por su brete.
``No es nada; ha sido un flato de un momento.
me encuentro superbién, siga el convite´´.
Pero al cabo de un rato, un nuevo envite
levantó al “barriguilla” de su asiento
llevándole de prisa hasta el retrete.
Ante el cuarto de baño alicatado,
con espejos dorados y fanales
(a juego con vidrieras de cristales),
el hombre se contuvo anonadado.
Más, la cosa tenía poca espera;
y acuciado por la necesidad,
descubrió, como por casualidad
en un holgado tiesto, una palmera.
Retiró como pudo el cepellón
y haciendo una letrina del cacharro
llenó con los desechos medio tarro.
Luego puso la planta en posición
dejando bajo tierra, tapadito,
el apestoso “cuerpo del delito”.
Terminada la gran celebración
-que por cierto fue un éxito total-,
el dueño dijo adiós al personal,
más, “algo” le quedó de la reunión.
Al cabo de algún tiempo el celebrante,
envió un telegrama al encartado
cuyo texto, alarmante y angustiado,
era el ruego de un hombre suplicante.
Helo aquí el contenido de aquél texto:
Sabemos que cagaste. Dinos donde.
No pedimos razones ni pretextos,
pero di, por favor, dónde se esconde
la mierda que dejaste. ¿Dónde está?,
nos mudamos y el peste, no se va”.
No sé quién dijo que el pedo es el rey del agradecimiento, que jamás ofende ni un ápice a quien lo deja libre y desembarazado; y no contento con esto, su gratitud y equidad le libran cual otro Apolo salutífero, de los malditos retortijones y tumultos intestinales que siempre conspiran para su vergüenza y ruina. Yo, con todos los respetos, deseo que tome buena nota todo ínclito escritor, como cualquier poeta chirle, para que lo archiven en el rincón más recóndito de sus escatológicas y preclaras mentes.



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