16 agosto 2006

Curiosos Gentilicios y Un Cartero Olvidadizo

CURIOSOS GENTILICIOS Y UN CARTERO OLVIDADIZO
A los antiguos empleados de Correos (funcionarios e interinos) siempre nos llamaba la atención los nombres y apellidos de los destinatarios, como el de Dolores Fuertes Barriga, que la buena señora cada vez que firmaba el giro mensual lo hacía: “Lola F. Barriga”, y seguidamente rubricaba con un garabato, que cada vez era distinto: “¡Ay, Juanito, mi padre no debió ser tan cachondo al ponerme Dolores”, me decía la buena señora Lola. Imagínense que están clasificando y leen un remite que dice: “Follanza”, de la provincia de La Coruña, y búsquenle el gentilicio a los nacidos en ese pueblecito cercano a Betanzos; o a los de “Coitos”, también de La Coruña. Pero si desean romperse las meninges averigüen como les llaman a los de “La Polla”, tanto a los de Ávila como a los de Oviedo, ya que en ambas provincias existen sendos pueblos con ese nombre. Y siguiendo con los gentilicios tenemos a “Barriga” y “Ael”, de Burgos; “Is”, de Oviedo; “Boca de Asno” de Segovia, y “Boca de Sapo” en La Coruña. A los de “La Zorra”, cercano a Guadix, en la provincia de Granada, no creo que le agraden que le anden buscando su gentilicio. Tengo que decir que estos nombres figuran en el Diccionario Geográfico Postal de España de la Dirección General de Correos y Telecomunicación del año 1942, y que muchos de ellos figuran en la Guía Postal actual; o sea, que de guasa, la que ustedes deseen aplicar. Y hablando de la cosa postal. A mi venida a Málaga trasladado me comentaban que un compañero que estaba a punto de su jubilación era algo despistado, donde su sector de reparto era el Puerto de Málaga. La entrega de todos los objetos postales, incluidos los giros y reembolsos, la hacía en una bicicleta donde en el cuadro colgaba el famoso cartel: “Correos”. Las velosoles, las riejus, las motobics y las vespas, por ese orden, vinieron después. Una vez devolvió una carta con el informe: “El velero <Azafranes>, no ha tenido entrada en este puerto”. Cuando lo que realmente figuraba en el sobre era la dirección de alguien que trabajaba con un consignatario de buques que se llamaba Melero y cuya dirección: “Melero, Azafranes, Puerto de Málaga” era lo único que se leía en el sobre. Contaban que un día al ir a abonar un giro a un barco atracado en uno de los muelles, el buen hombre subió por la escala, como siempre hacía, y buscando al destinatario del dinero por todo el barco se encontró con un antiguo amigo que iba enrolado como marinero; y ya se sabe que cuando se producen esos encuentros tardíos, entre las preguntas de rigor por el estado de las familias, que si ven a mi camarote a tomarnos una copita, que hace mucho que no nos vemos, y que si tal y que si cual. Así pasaron un gran rato hasta que el cartero decidió que su obligación estaba antes que nada, y que el saludo y las copitas habían durado más de la cuenta. Al salir a cubierta y ver el mar en vez del muelle y a Málaga alejándose por la popa del barco no sabía si tirarse por la borda o echarse a llorar. El buque llevaba destino a Argentina con escala en Las Palmas, ciudad esta última en la que desembarcó. Con su cartera repleta de correspondencia, sin entregar en Málaga, y su uniforme como única vestimenta, hubo de esperar varios días hasta que otro buque lo trasladó, junto a las sacas de Correos, en el compartimento del ambulante postal, hasta Málaga. El expediente disciplinario creo que fue duro, jubilándose a los pocos meses por su edad reglamentaria. Esta anécdota, aunque suene a cachondeo, debió ser muy desagradable para aquél compañero.
Juan J. Aranda
Málaga agosto de 2006

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