21 octubre 2006

Antigua escalerilla de la peste

ANTIGUA ESCALERILLA DE LA PESTE
“Acumulación de heces y orina en una escalera que da a Ejército Español”. Eso es lo que se puede leer de un titular en lo que dicen los melillenses el miércoles 4 de octubre. En la fotografía se ve la escalera con su asidero para que los viandantes se agarren y no se caigan. La señora que se queja lo hace porque: “En este lugar se juntan las orinas de los perros y sus heces, así que ya pueden imaginar qué olor desprende esta calle”. Con candidez la buena mujer deja su queja y pide que sean sancionados los propietarios de los animales que dejan sus restos orgánicos por las calles. Y a la persona responsable de mantener limpia Melilla le envía un recadito recordándole que tenga en cuenta el estado lamentable de esta escalera.
Cuando yo andaba con los pantalones por las rodillas recuerdo que esa escalera era llamada: “Escalerilla de la Peste”. El nombre no se lo pusieron por gusto; era el adecuado porque en lo alto de la misma existe el sumidero de una apestosa alcantarilla, maloliente como todas las cloacas, claro; y que supongo estará tapadito, y también imagino recoge las aguas pluviales y residuales de parte de las calles Castellón, Duque de la Torre (Teruel), Almería, Echegaray, y Cánovas, que es al final de esta calle donde está situada esa boca de alcantarilla. En los días de poniente, de levante, con o sin calor, y fiestas de guardar, salía una tufarada que te echaba hacia atrás. Los niños, al salir del Colegio de Ataque Seco (actual España), cargados con nuestras carteras de cuero, nos resbalábamos por los muretes hacia abajo hasta la acera de Ejército Español; claro que no existían las barras asideros que tiene ahora. Estos muretes siempre estaban brillantes de las “chorrauras” de nuestros pantalones, ya que aparte de limpiarlos con nuestros culos, parte de los “calzones” quedaba agarrado al cemento, que luego muchas madres cosían dos parches que parecía que llevabas un libro abierto en el culo. “Mama, el pantalón del libro se lo das al de la ropa vieja, y así te lo cambia por un vaso de duralex”. Los restos orgánicos de los perros (ergo majadas), y alguna que otra meada humana, por desgracia siempre han existido en esa escalera, y yo imagino que será porque es poco transitada, al menos en la época de cuando íbamos al bar Zaragoza a por la Hoja del Gol los domingos, muy poca gente subía o bajaba por ella. Pero como siempre hay personas sin escrúpulos, algún desaprensivo coloca a su mascota en cualquier peldaño para que alivie su vientre, con el consiguiente peligro de que cualquiera resbale y se dé un costalazo y ruede por ella. Los grados de civilización que les faltan a algunos y el falso respeto hacia los demás son las claves. Ahí está el quid de la cuestión: civilización, educación y respeto hacia los demás. Claro que si el responsable de la limpieza, de vez en cuando, solo de vez en cuando, y no todos los días, se diera un garbeo y subiera y bajara esos peldaños, creo que los vecinos se lo agradecerían, porque con solo unos cuantos litros de lejía, algo de zotal y jabón del baratito, y un buen manguerazo de agua, quedaría la escalera haciéndole un buen corte de manga a los que la bautizaron como: “Escalerilla de la Peste”. Así la señora de la queja quedaría algo conforme, y todos tan contentos.

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