12 octubre 2006

Pequeño lapsus


PEQUEÑO LAPSUS DE LA ASOCIACIÓN DE ESTUDIOS MELILLENSES
“Buceando” por Internet veo que la Asociación de Estudios Melillenses tiene su página Web, donde puedes leer los 36 artículos de su Estatuto y todos, a mi parecer, están como en una asociación no lucrativa deben estar. También que a los socios de honor no se les cobre un duro, claro está, si éstos se han hecho merecedores por sus filantrópicos y desinteresados servicios a la AEM que no dudo, ni tampoco cuestiono, que lo sean, como los presidentes y vicepresidentes honorarios perpetuos actuales. En la asamblea que fueron nombrados estos señores se acordó nombrar como miembros correspondientes a cuatro personas, que tampoco voy a cuestionar en nada sus aportaciones de investigación o de estudio de la realidad histórica de Melilla: “ Para el otorgamiento de estos honores y distinciones se han considerado las cualidades excepcionales de servicios prestados a Melilla, los méritos y las circunstancias singulares en ellos, haciéndoles acreedores de pública gratitud y satisfacción de la AEM”. Hasta ahí todo muy bonito, hasta las fotografías de los miembros de la junta directiva, con sus “currículum vitae”. La verdad que lo han bordado, quedándoles todo muy bien; como Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como. Claro que yo, como soy un poco tiquismiquis, me puse dale que te pego al ratón y a buscar un nombre por todas las páginas, y créanme que no lo encontré. ¡¡ Han omitido a José Luís Blasco López !!. Algo inconcebible: el que fuera socio desde 1983 y Presidente desde 1989, hasta hace apenas dos años. Por si alguien no lo sabía José Luís cuando se hizo cargo de la Presidencia habían cuatrocientos setenta y dos (472) libros de toda índole histórica, y cuando se marchó dejó en los anaqueles de la biblioteca, dieciocho mil (18.000), que no está mal, ¡eh!. La hemeroteca de El Telegrama del Rif, después el El Telegrama de Melilla, encuadernada. El Boletín Oficial de Melilla encuadernado en oro. Sillas y mesas que alguien en vez de donar dineros en metálicos entregaba mobiliario. También formó parte del consejo de redacción de la revista Trápana, siendo director de la misma en varias ocasiones. Cuando él era Presidente muchas autoridades apoquinaban, y era porque solicitaba lo justo, sacando agua de entre las piedras; porque para que una autoridad te endiñe algo para una cosa altruista que no le reporta ni un mísero voto, lo tienes bastante jodido. Sé que esto que están leyendo a José Luís no le agrada en absoluto. Todas las personas que lo conocen saben, que por su forma de ser, no le van medallas ni honores. Pero como es amigo de sus amigos, (y también de los envidiosos) y aunque él, supuestamente, HAYA RENUNCIADO A TODO RECONOCIMIENTO, (lo pongo en mayúsculas para que resalte) al menos que esta junta directiva, con su presidente a la cabeza, que más bien me parece un portal de Belén donde las figuras no se mueven, no haya reconocido sus méritos durante tantos años cuando se dejaba el pellejo en esas cuestas de El Pueblo cargado de libros y valiosos documentos para enriquecer la Asociación que tanto quería, y lo más importante: por su amor a Melilla; y ahora ustedes, que se la han encontrado como un pincel, no tengan ni la más mínima consideración con él. Claro, como José Luís no quiere nada, pues no se le da nada, y lo condenamos al ostracismo. ¡Venga ya, hombre!. Él no querrá nada, porque su humildad lo hace ser así, pero los melillenses amantes de nuestra Historia que sabemos de su arduo trabajo de investigación ¡SÍ! que hubiéramos deseado que ustedes, sus amigos (¿?) le hubiesen otorgado la más alta condecoración de esa institución, porque se la merece con todos los honores. Y si me apuran creo que el que más. Y en Internet, que todo el mundo puede participar, es donde él debiera estar en “primera fila de platea” junto a esas personas galardonadas; y los del paraíso o gallinero que sirvan de claqué. Eso ante los ojos de todos los melillenses que amamos nuestra ciudad, su Historia y nuestra peculiar idiosincrasia, es algo parecido a una afrenta de lo más bajuno; algo así como un bofetón ignominioso, que son los que más duelen. Desde estas líneas le deseo a José Luís lo mejor y que las siestas le sienten cojonudamente, como a mí.

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