ESCUCHANDO “EL SITIO DE ZARAGOZA”, JUNTO A AGUSTINA DE ARAGÓN Y NAPOLEÓN
La calle Agustina de
Aragón, en nuestra ciudad, se encuentra entre las de Tetuán y Juan
Sebastián Elcano. Su nombre verdadero era: Agustina
Raimunda María Saragossa Domènech, nacida y bautizada el 4.03.1786,
en Barcelona.
O sea que era nuestra heroina, y además era: ¡¡Catalana, y
Española!!, ¡toma ya!. Y por ende también una gran patriota, como
el General Prím y el niño, Isidro Lluça Casanovas, más conocido
como “El Tambor del Bruch”, por las batallas ganadas a los
franceses en los días 6 y 14 de junio de 1808.
Algunos
historiadores fijan el nacimiento de Agustina, en Barcelona, porque
según el
párroco de Sta. Mª del Mar, Mosén Ramón Albert, dice que el
6.03.1786 bautizó a Agustina Raymunda María, que era hija legítima
de Pedro Juan Saragossa, y de Raimunda Doménech.
Otros lo fijan en Reus o en Fulleda; y Melilla, según Espasa Calpe,
como la ciudad del fallecimiento, pero José García Cosío, Cronista
Oficial de Ceuta, autor del libro, “Ceuta, historia, presente y
futuro”, editado en 1977 dice: “…...
Que
Doña Agustina Zaragoza y Doménech, nacida en Fulleda (Lérida) y no
en Barcelona como aparece en su partida de defunción; llegó a Ceuta
en el mes de Mayo de 1853, acompañando a su hija Carlota, casada con
el Capitán de la Admón. Militar Francisco Atienza Morillo, a la
sazón destinado a la guarnición de dicha ciudad. Habitaron primero
en la casa nº 10 de la calle Muralla, y posteriormente en la casa nº
37 de la calle Real, denominada entonces “La Casa Grande”, que se
encontraba enclavada en el mismo sitio en que ocupa la edificación
nº 2 de la calle que lleva su nombre y en cuya fachada principal hay
una lápida en su honor. Dª
Agustina, cuando fue a residir a Ceuta contaba sesenta y siete años
de edad, teniendo una firmeza y carácter extraordinarios. Tuvo una
actuación personal con motivo de una sublevación ocurrida en el
Penal del Hacho, causando tal impresión en los presos, que al
momento depusieron su actitud. Falleció en dicha Plaza de Ceuta,
-según fotocopia de su partida de defunción-, el día 29.05.1857,
de una afección pulmonar, a la edad de 71 años, siendo enterrada en
el cementerio de Santa Catalina, nicho nº 1 del departamento de San
Cayetano. La
Corporación del Ayuntamiento de Zaragoza, acordó solicitar el
traslado de sus restos, comunicando dicha decisión al municipio
ceutí el 12.06.1864. El 2.06.1870 fueron exhumados dichos restos,
siendo recibidos en la ciudad de Los Sitios, el 14 del mismo mes y
año, y trasladados posteriormente al Monumento que perpetua las
Hazañas de 1808”.
En
“Zaragoza” -Episodios Nacionales-, dice Galdós: “Zaragoza no
se rinde. La reducirán a cenizas; de sus heroicas casas no quedará
ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo se abrirá
vomitando llamas, y lanzados al aire sus cimientos caerán las tejas
al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los
muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se
rinde”. Esta última frase la podíamos leer en el reverso del
billete de 1000 ptas. de Pérez Galdós.
Las
crónicas del Sitio, que los franceses pusieron a Zaragoza, cuentan
que los zaragozanos no sabían rendirse, sus carnes se cubrían de
gloria, y más que vencedores, los franchutes, serían sepultureros
de aquéllos heroicos maños.
Dicho
esto, mi persistente pregunta de mangangá, o mosca cojonera, es:
¿Creen ustedes que nuestra Agustina, nuestra heroína, merece estar
en la misma ciudad que el invasor, cuyo ejército que acaudillaba,
causó tantas muertes entre españoles?. Bueno pues como dice Galdós,
este que les escribe, siempre tendrá su “lengua viva”, en este
caso el teclado de mi ordenador, para decirle a la Consejera de
Cultura, -que según he leído, “tiene un presupuesto de algo más
de un millón de euros” (Melilla Hoy 6.09.2015)-, y al Director de
lo “Mismo”, que no voy a rendirme. Porque creo, que si algunos
miles de esos euros los emplea para “descabalgar” indignos
letreros, que no merecen figurar en nuestras calles, no se notaría
apenas.
Mientras
he escrito este artículo, en vez de oir a mis amigos Mozart o
Mendelsshon, -por cierto: Se cuenta
que Wagner, era un antisemita visceral, hasta el extremo de que se
ponía guantes cuando le tocaba dirigir una obra de Félix
Mendelssohn, porque “le asqueaba dirigir música compuesta por un
judío”. Menuda alhaja era el sajón.
Desde que lo leí, solo escucho de él: “Tanhauser”, porque tiene
un solo de trombón, muy guay, que a mí, de chavea, no se me daba
mal. Como digo, mientras aporreaba el teclado he estado escuchando
“El Sitio de Zaragoza”, de Cristóbal Oudrid, interpretado por la
Banda de Infantería de Marina; y cuando me dirijo al Director y a la
Consejera, me he imaginado, por un momento, que el pasacalle final,
-más bien marcha militar-, de esa gran obra patriótica ellos, como
políticos del PP, e invitados en la tribuna, muchos melillenses, y
yo en la cola por la izquierda, -siempre por la izquierda-
desfilábamos marcialmente al compás de esa música, interpretada
por la Banda de la Comandancia General de Melilla.
Pero,
¡ojo!, y repito, que solo eran invitados, ¡eh!?.
¿Qué
les parece.
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