A la antigua escalera del Sagrado Corazón
A LA ANTIGUA ESCALERA DEL SAGRADO CORAZÓN
Hace algunos años subía yo por la escalera del Sagrado Corazón y recordaba la estructura que tenía la antigua, con los dos descansillos donde el primero era el meódromo público donde las vejigas con apretujones e incontinencias se desahogaban en el rincón del primer tramo. El segundo descansillo, que estaba situado a la izquierda, era más amplio y parecido a un mirador, divisándose la plazoleta del quiosco, la imprenta La Española y el portal de mis amigos, los hermanos Roldán. Aquélla preciosa escalera tenía en todo su contorno una balaustrada con los marmolillos panzudos donde los niños de los colegios de Ataque Seco y el de don Isidro (éste colegio era de la Iglesia) asomábamos las cabezas, que más de uno lo pasamos mal dado que nuestras chorlas una vez introducidas por los marmolillos luego costaba sacarlas; solamente salía con tranquilidad y con la ayuda de algún mayor con buen corazón. Ésta escalera, la moderna, bajo mi punto de vista, y que el arquitecto que la proyectó me disculpe, la encuentro muy cutre. Quizás estos escalones no resbalen como la antigua, de mármol rubio oscuro, que se ponía tan brillante apenas le caían cuatro gotas. Ésta es recta y creo que más de un jubilado se lo piensa un poco antes de emprender la subida, o la bajada. Pero lo que más se advierte y esto muchos coetáneos míos lo recordarán: la puerta, a veces abierta y otras tapiada del refugio que se comunicaba con la otra situada en la calle de Roberto Cano, donde estaba la antigua “fábrica de la luz”. ¿Existirá aún ese pasadizo-refugio en las entrañas de la Iglesia del Sagrado Corazón?. Solo es un recuerdo.
Reciban un cordial saludo.
Hace algunos años subía yo por la escalera del Sagrado Corazón y recordaba la estructura que tenía la antigua, con los dos descansillos donde el primero era el meódromo público donde las vejigas con apretujones e incontinencias se desahogaban en el rincón del primer tramo. El segundo descansillo, que estaba situado a la izquierda, era más amplio y parecido a un mirador, divisándose la plazoleta del quiosco, la imprenta La Española y el portal de mis amigos, los hermanos Roldán. Aquélla preciosa escalera tenía en todo su contorno una balaustrada con los marmolillos panzudos donde los niños de los colegios de Ataque Seco y el de don Isidro (éste colegio era de la Iglesia) asomábamos las cabezas, que más de uno lo pasamos mal dado que nuestras chorlas una vez introducidas por los marmolillos luego costaba sacarlas; solamente salía con tranquilidad y con la ayuda de algún mayor con buen corazón. Ésta escalera, la moderna, bajo mi punto de vista, y que el arquitecto que la proyectó me disculpe, la encuentro muy cutre. Quizás estos escalones no resbalen como la antigua, de mármol rubio oscuro, que se ponía tan brillante apenas le caían cuatro gotas. Ésta es recta y creo que más de un jubilado se lo piensa un poco antes de emprender la subida, o la bajada. Pero lo que más se advierte y esto muchos coetáneos míos lo recordarán: la puerta, a veces abierta y otras tapiada del refugio que se comunicaba con la otra situada en la calle de Roberto Cano, donde estaba la antigua “fábrica de la luz”. ¿Existirá aún ese pasadizo-refugio en las entrañas de la Iglesia del Sagrado Corazón?. Solo es un recuerdo.
Reciban un cordial saludo.
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