22 marzo 2006

Poemas


En el hospital del Rey,
un baile,
delante de mucha gente
nos quedamos solos los dos.
A la siguiente mañana,
en El Real,
ya éramos novios.
Melilla soñolienta dormía
en el crepúsculo del verano.
A hurtadillas, ella dejándose,
la besé inquieto.
Los pinos del Lobera
nos daban sombra en la tarde
y en el aire volaba
un perfume de jazmines.
No nos miramos,
solo nuestras sonrisas hablaban
al perderse con la risa.


Monumental Melilla
que en español te modulaste,
sin tregua en la llanura
diciendo que son tus hijos
te cantan sirenas draconianas,
pero sabes que los que pariste
como esmeraldas brillan
de piedras preciosas sus destellos.
El azul radiante de tu bandera
de suaves y bellas perlas
españolas desgranadas
y en su castellano ensartadas
delatan la belleza
de tus senos asombrados.


Qué importa del verso,
su devenir truncado,
Qué importa que burlonamente,
piensen que la rima separen,
y nieguen al poeta
sus humildes canciones.
Qué importa, poeta amigo,
si tu sueño en silencio
te condena, el final truncado.
Escribe y canta poeta,
y ríete con viento
del cenutrio burlador.

Tengo versos que desgranan
los prodigios del día.
Los que manan de su luz
haciendo completos poemas
que flotan en mi memoria
como brillantes jirones
tejidos en el cielo.
Todos son como destellos
que emigran
y retornan sonrientes
desde el fondo de mi niñez.


Si tú eres poeta,
la vida es poesía.
Si tu mente es creativa
a ella hay que hacerla fantasía.
Si tú eres la fuerza que doblega
ella es la flor
del árbol que perdura.


En el umbral de mi quietud
a veces paseo con sigilo mi destino.
Veo una jubilosa algarabía
de arabescos mi camino.
Cruzo de lirios un valle
con el silencio de los jazmines.
Atrapadas están las gardenias en el ribazo
por violentos nardos aguerridos.
Un rumor de enamoradas rosas
de alegres alhelíes
perfuman a las guirnaldas
consentidas en el sendero.
Es todo un perfume
de acentos sorprendidos.
Mis zapatos, su color,
prendido de flores,
anhelan un césped descansado.

Pensador acantilado Rusadir
que del meditar tus recuerdos
del viejo Marte, hoy solo
te asedia la inquietud.
Él se fue dejando atrás
En La Purísima
héroes y gloria.
Con diapasónica melodía
rompe tú en silencio
y nimba bien
tus épicas andaduras.

Imaginar bellas canciones
es del poeta sus pasiones.
Entonar dilemas,
es del hombre sus cadenas.
Yo le canto a Melilla:
“Heráldica y sublime
en tus rusadianas piedras,
clamadora de alboradas cervantinas,
aleja de ti el drama del vecino
de blanca chilaba y
marfileñas babuchas
con sus taumaturgas melodías.
De tu silencio prudente
hago yo elocuencia
con mis humildes poemas.










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