13 marzo 2006

Sobre las estatuas pintarrajeadas de la ciudad

SOBRE LAS ESTATUAS PINTARRAJEADAS DE LA CIUDAD

     A don Emilio Calatayud, juez de menores de Granada, sin conocerlo personalmente, de verdad que le tengo una profunda admiración por las condenas que impone a los menores que delinquen, y además porque parece un hombre sencillo y afable con todo el mundo.  Dice El País del domingo 5 de marzo que en toda su carrera como juez durante 26 años, y 18 con menores, ha internado a ochenta chavales, dice que “con lo que cuesta cada día un muchacho en un centro, más de 200 euros, pagas un equipo de educadores que le den la vuelta”.  Todo lo basa en la educación y en las prestaciones que deben cumplir a la comunidad siendo, para los muchachos, la única redención de las penas. Esto lo he leído en un periódico con tirada nacional como El País, pero antes había leído en Melilla Hoy en la última página en “Los melillenses nos dicen” que la gente se queja, y con razón: “¿Es que la Ciudad no tiene presupuesto para limpiar los monumentos manchados de pintura durante tantos años?”.  Yo no sé los años que llevarán hecho una pena, lo que sí puedo decir es que en septiembre del año pasado el soldado con su mosquetón alzado en una mano y en la otra el banderín junto al “León de la Avenida” pude observarlo que estaba tal y como se puede ver en la fotografía, o sea, una pena.   No sé a quien corresponderá ordenar que le peguen un buen fregado, lo que sí pensamos mucha gente es que al gilipollas, sea macho o hembra, que trinquen guarreando el mobiliario urbano, en este caso los monumentos de la ciudad, le endiñen un cubo y estropajo y que los dejen como estaban. Estos “pintamonas”, a parte de ser unos antifranquistas de “fulañí”, -los verdaderos son de otra hechura que ya quisieran ellos parecerse-, les están haciendo el juego a los seudointelectuales y quintacolumnistas que existen en la ciudad en  favor de Marruecos.  Y nuestro vecino lo sabe bien y se frota las manos con deleite cada vez que algún imbécil atenta contra esos monumentos.    ¿Se imaginan ustedes si vieran a alguien, hijo de fulanito o menganita, conocidos de toda la vida, con un cubo y un pedazo de estropajo encaramado a lomos del León limpiándole la cara al Soldado?.  No me digan que el espectáculo no sería ejemplarizante y educativo.  En Santander creo que aún existe la famosa estatua ecuestre de Franco en la plaza que lleva su mismo nombre, pero que los santanderinos, muy cachondos ellos, la bautizaron como: “La Plaza de los Cojones”.  El motivo de denominarla “escrotalmente” es similar a las que aún están en pié en nuestra ciudad; debido a que aún no ha habido nadie con los cigotos bien puestos que ha ordenado quitarlos; porque políticos de uno y otro signo que desean que esas estatuas y letreros con nombres franquistas en las calles se guarden en los almacenes: haberlos haylos; pero cuidado que el pedestal no lo tiren por si les hace falta para otro preboste.  Pero claro, ahí está eso de:  quien es el que le pone los cascabeles al gato; ya que si sale alguno con esos deseos en su fuero interno piensa: si le coloco el sonajero al minino en las urnas me las van a dar todas en el mismo carrillo, y mi poltrona se volatilizará de mi orondo culo, así que para eso que se quede todo tal y como está.  Pues nada, que sigan con sus dos carrillos incólumes, ordenen lavarle la cara al Soldado, “peinen” la melena al famoso León, que los pintamonas sigan campando a sus anchas y los respetos que nos deben a todos los ciudadanos se los pasen por el arco de la desfachatez y de la poca lacha (vergüenza en caló).  Que sean felices, y mis mejores deseos para los enfermos.
Reciban un cordial saludo.

                              Juan J. Aranda
                              www.juanaranda.blogspot.com
Málaga marzo de 2006

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