24 diciembre 2006

De caciques, cantamañanas y dictadores

DE CACIQUES, CANTAMAÑANAS Y DICTADORES
Desde hace tiempo leo por Internet tanto este periódico como los demás que se publican en Melilla, aparte claro está los demás de tirada nacional, incluso los del color que odian tanto los actores de teatro; éstos los leo como una especie de flagelación por los pecados que he podido cometer. Este que tienen en sus manos lo recibo en papel cuando Correos tiene a bien, y entonces es cuando me empapo de “arriba a bajo”, incluso de los anuncios. El sábado 2 de diciembre leo las palabras que un político del gobierno le lama al de la oposición: “Cantamañanas”, que es ser informal, fantasioso, irresponsable, y además que no merece ningún crédito. “Cacique”, un señor de vasallos de alguna provincia o pueblo de indios, también dice de la persona que una colectividad o grupo ejerce poder abusivo, o de la persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos. “Dictador”, el que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitación alguna; también es la persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás, y por último entre los antiguos romanos era el magistrado supremo y temporal que uno de sus cónsules nombraba por acuerdo del Senado en tiempos de peligro para la República, confiriéndole poderes extraordinarios. Y creo que todo era porque el de la oposición le dijo que estaba fomentando la “guardia mora”, aquélla que Franco utilizó como fuerza de choque en la guerra civil; y también que Melilla es la única ciudad que le da brillo a la estatua de Franco. Yo la verdad es que a veces a los políticos se les calienta el pico y largan lo que primero se les viene a la cabeza, y se olvidan de que son interinos en sus puestos. Dejando a los profesionales de la política con sus dimes y diretes hasta que las urnas hablen, que me dicen de los que saben muchas cosas de la Historia de nuestra ciudad, y están calladitos, y cobran. Me refiero a los que se dedican a inventariar; los que recopilan datos y las verdades las ponen historiadas para que cualquiera se entere de lo que ocurrió en un tiempo determinado; o también inventar algo que cualquier archivo nacional, o los nombres en algunas tumbas silenciosas lo desmentirían nada más pasar la vista por cualquiera de esos documentos o por las lápidas. Muchos lectores estamos esperando con interés el día que en los papeles estas personas, enteradas de la Historia recopilada y historiada, comenten que el chelja es un dialecto rifeño, por lo tanto extranjero, y que el tamazight es un idioma que se difuminó con el tiempo. No digo que deban tener el don socrático del magisterio, pero que al menos lo traten de una manera didáctica. Y no me vale que a los que critican esta posición algunos les den palmaditas en la espalda: “Cojonudo Fulanito,… pero yo es que no puedo, por mi puesto, ¡sabes!”. O quieran que seas una persona no grata en tu misma ciudad, te llamen viejo y se burlen de ti por la calle; o también que te inviten a un vasito de leche y que te acuestes.

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