16 noviembre 2006

Recogida de basuras en la Málaga de 1734

RECOGIDA DE BASURAS EN LA MÁLAGA DE 1734
En Málaga como en otras ciudades hay un servicio de recogida de basuras que funciona muy bien, excepto la recogida de muebles y enseres que los vecinos depositan en las puertas de sus casas para que los operarios de la limpieza municipal se los lleven. Estos enseres los recogen el día previsto después de la llamada del vecino a un número gratuito, pero los hay que lo ponen en sus puertas sin comunicarlo, quedando las aceras llenas de muebles, lavadoras viejas, cristales, etc, . Cabrera Pablos en “Málaga, Ciudad y Mar” cuenta que en julio de 1734 en Málaga se extremaba, y sobre todo en verano, la llamada “limpia de la zanja”, que no era otra cosa que un antiguo foso defensivo de la Málaga medieval, convertido en gigantesco colector en lo que hoy es la calle de Carretería, donde muchos vecinos hacían sus necesidades. En aquéllos años, los consabidos diputados de limpieza deambulaban en uno de sus habituales paseos por la zona que va de la calle de San Juan a la de Calderería (Centro de la ciudad), encontrándose con que uno de los parroquianos no había acatado lo ordenado por el Gobernador en estos asuntos de higiene. Los regidores escriben un documento en el que dice: “Que no había cumplido con lo mandado en dicho bando por tener la puerta sucia. Mandamos que el susodicho pagase la condenación en que había incurrido. Y por no darle, y decir no estar en casa, que los ministros sacasen una prenda, que lo hicieron de dos platos de postre”. O sea, que los concejales llegan, ven la entrada de la vivienda hecha un asco, requieren al vecino, de nombre Acosta, y de profesión “alquilador de mulas de camino”, y como el sujeto responde desde dentro que no hay nadie, y que de pagar la multa ni un maravedí. Entonces los concejales, en cumplimiento de lo estipulado, a través de la ventana, agarran una prenda que en este caso fueron dos platos de postre: “Y que a breve rato salió el dicho Acosta y un hermano suyo con una espada ancha y otras armas, echando muchos votos contra la diputación, que a no haberse defendido con los espadines y pedido favor al Rey hubieran lastimado al dicho señor y su compañero. Y en vista de tal desacato, por el señor Alcalde Mayor se les mandó sacar los bienes y algunos de ellos quemados en esta plaza bendita pública y contener a los demás vecinos de tales desacatos y que sepan el respeto que deben tener a la justicia y diputación”. Nos imaginamos “la espada ancha” de la autoridad y los “espadines” de los vecinos guarros. Y todo por dos platos de postre. Entonces el cargo de concejal era un poco arriesgado. Hoy solamente para hablar con alguno de ellos, que no todos, hay que esperar a los días previos a elecciones, cuando te pide su voto todo sonriente a la puerta de tu casa.

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