24 diciembre 2006

El catarro de Eladio

EL CATARRO DE ELADIO
Por el hilo del teléfono sentí que Eladio tenía una tonada catarral y un rosario de poemas al hablar. Eran como flores quebradas que la “Couldina” estaba sanando acompañada de lectura, y tecleando su vieja máquina “Underwood”, buscando en la enramada de sus libros las páginas preciosas de su poesía. Con su molesto catarro yo le recordaba como le canta a los hombres olvidados, a los árboles, y en particular a su araucaria del Hernández; a los estorninos y golondrinas que invaden nuestro cielo azul, sin dejar atrás las vericuetas calles de El Pueblo, su Pueblo con las centenarias murallas que tantas veces les ha cantado. Cuando me hablaba llegué a sentir sus profundas esencias de sonidos exuberantes cómo fluían; igual que la lluvia que le cayó encima cuando regresaba de la redacción de este periódico. Eladio mira al sol no como algunos lo hacemos, él lo ve cómo se agranda bajo la sombra de un árbol; observa cómo la corriente poética baña sus pies de claridad y melillismo. Seguro que mientras expulsaba el molesto catarrro estaba construyendo versos en muros de cristal para que todo el mundo los lea, y también los vean, porque con un mínimo de imaginación los versos se pueden ver, y hasta palpar. Cuando estén leyendo estas líneas, seguramente lo veran paseando por nuestras calles con sus ramos de rimas para construir los versos empapados de floraciones.

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