24 diciembre 2006

Reflexiones sin acedera II

REFLEXIONES SIN ACEDERA II
Una persona que dice llamarse “Blas de Lezo” en Internet, ha comentado el escrito mío titulado “Reflexiones sin Acedera”, que éste periódico publicó el 8 de diciembre, diciendo que: “… Hacía tiempo no había leído un artículo tan vacío y huero como el del señor Aranda en otra de sus escapadas desde su rincón, (…) Si hay alguien sin enterarse, que plantea razonamientos como quien escupe y que se repite y repite y repite… sobre el vacío mental más absoluto, es él, (yo). Tampoco es mal record”. A mi, qué quieren que les diga, apenas lo estaba leyendo me recorría una alegría que me llegaba al alma, porque alguien que dice llamarse, o que se ha arrogado (de mentirijillas, claro está) el nombre del gran marino vasco; que por cierto se llamaba: Blas de Lezo y Olavarrieta, y nació en el pueblo guipuzcoano de Pasajes allá por enero de 1689, quedando cojo de la pierna izquierda frente a Vélez Málaga (donde yo me baño en verano) e inútil del brazo derecho frente a Barcelona (donde me bañaba hace años); de verdad que merece todos mis respetos, y aún más si critica un escrito mío que éste periódico suele publicarme.
“Blas de Lezo” dice que lo que escribo es “vacío y huero”; dos palabras que quieren decir lo mismo. Con una de ellas, su crítica hubiera estado tan llena como con los dos sinónimos. Pero si le gusta iterar, hace muy bien, y además lo aplaudo. En mi escrito, entre otras cosas, digo que algunos se jactan y alardean de lo que escriben y otros presumen de lo que leen. También digo que algunos cuando escriben suelen esconder sus “peludas” orejas de “Platero” (Juan R. Jiménez) llenas de intransigencia en la falacia más absurda, para que sus palmeros serviles (por no decir pelotas) descompasados (aplaudir sin compás) digan de él que “….Qué bueno es el tío, como ha puesto a esos rojos de mierda”, cuando solo ha empleado una palabrería sonora, peyorativa, demagógica y chauvinista, que despotrica de todos los que no piensan como él. También les recomiendo que se vayan a un desierto con su “sabia razón” y de paso que lo barran; que tampoco estaría mal. Y sobre las coaliciones de los partidos políticos busqué el símil de colocarse el zapato izquierdo en el pié derecho y viceversa, sin que les salga ningún callo. Y al final les digo que beban grandes cantidades de democracia, una pizca de humildad y otra de modestia.
Yo, humildemente, le aconsejo a nuestro “marino de mentirijillas” que lea algunos artículos de esas personas que un día si y el otro también escriben siempre lo mismo sin ningún objetivo pedagógico, donde solamente despotrican en contra de los que no piensan como ellos. Y si yo me repito “como el que escupe”, le diré que no suelo escupir porque es de tener una ínfima educación; también será porque no fumo, ya que si lo hiciera estaría hecho un gargajoso. Creo, y muy bien que lo sabe mi anónimo crítico, que yo intento no molestar a nadie, y si alguna vez alguien se siente ofendido por ello, desde aquí le pido humildes disculpas. Por eso titulé mis reflexiones sin acedera alguna; para que el que la leyera no sintiera esa acidez tan peculiar, y mucho menos los despotricadores y “rajamantas” de contrarios políticos; a esos les echo un poquito de sal y pimienta para que al menos muevan los 18 músculos que tenemos en la cara cuando sonrían. ¡Ah!, ya se me olvidaba: jamás me he escapado de ningún rincón, solamente lo hacía cuando mi madre me regañaba con su sonrisa. Lo bueno sería que mi admirado crítico saliera al albero de estas páginas, para que entre los dos intentáramos cortarle una oreja al toro de la libertad de expresión. Y si este escrito le parece huero, vacío, hueco, vano, superficial o desierto de palabras, y no se ha enterado aún de lo que quiero decir, le pido por favor que lo rellene de sana ironía. Es como observar bien un cuadro, que hay que salirse de él para ver al que lo mira. ¡Qué frase me ha salido!. Un amigo me diría que me ha salido de colofón filosófico, y yo no me beso en la cara porque no puedo y estaría feo.
Que sean felices, pero ustedes sin acedera.

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