ENÉSIMA PETICIÓN PARA QUE DENOMINEN LA PURÍSIMA, CEMENTERIO NACIONAL DE HÉROES
Decía Neruda que las
erratas en los escritos, son las caries de los renglones, y duelen en
profundidad cuando los versos toman el aire frio de la publicación.
Yo, como ya saben los que me leen, pienso que para escribir y hablar
sobre los Héroes, hay que sentir, en lo más hondo del corazón,
como propias, las heridas de sus almas; y tratarlas suavemente como a
las alas de las mariposas, que con solo posar suavemente un dedo, se
nos queda pegado el polvo de oro glorioso de sus hazañas en los
campos de batalla. Y nuestro estado de ánimo, como es el
sentimiento, debe permanecer como una ventana abierta, destinada a
que entre la luz de la Gloria, que es lo que ellos se merecen: La
Gloria Eterna de la Patria, y no palabras llenas de fatuidad en
algunos coloquios, en disertaciones, y artículos vacíos de alma,
que solo van en pos de falsas alabanzas. Son los que enturbian las
aguas de la Historia, para que así la buena gente, en su sana
ignorancia y deseosa de saber, crea que son más profundas e
inalcanzables.
He leído lo que la
prensa local dice sobre el día de los Difuntos, de los Panteones y
parcelas militares, y el homenaje que la Ciudad hace a sus Héroes, y
a los personajes ilustres de su Historia. El Presidente Imbroda dice
que: “.....Con solo unas gotas se recuerda la historia de Melilla,
porque no vamos a todas las sepulturas, pero sí a una representación
de ellos, y colocar una corona de flores y recordarles, cumpliendo un
deber histórico, ya que el día de los Difuntos hay que honrar a
melillenses ilustres que ya no están con nosotros. Es un acto
emotivo en el que recordamos las personas de la Historia de Melilla,
que por uno u otro motivo hicieron grande Melilla”. Muy bien señor
Imbroda, muy loable su comentario, como siempre que usted se dirije a
nuestros Héroes, pero permítame que yo, cada año, echo en falta
una pequeña e ilustre gota, como fue la de D. Julio Moreno
Rodríguez, que como usted muy bien sabe, fue maestro de música, en
la C/ Medina Sidonia, en el Mantelete, en las décadas de los años
40, 50, y mediados de los 60 del siglo pasado, que enseñó ese bello
arte a varias generaciones de niños melillenses, sin que a nuestros
padres les costara una gorda, y que jamás ha sido nombrado; a
pesar de mis sempiternas peticiones de que su nombre sea dignificado
con un modesto y simple acto, en recuerdo de su gran labor didáctica,
cosa que sí han hecho con otras personas colocando sus nombres en
calles, para que perpetuen sus alharacas y paellas-festivaleras, y
otros seudocomentaristas radiofónicos de ojana. Pero tenga en
cuenta, que pudiera ser que dentro de 50 años alguien, al leer sus
nombres en las esquinas de las calles, podría preguntar quiénes
fueron esos personajes: Qué hicieron por Melilla, qué huella
cultural dejaron en los ciudadanos, por qué esas calles llevan sus
nombres. También se debe tener en cuenta que el Callejero de una
ciudad es una cosa viva, y
los Héroes son tan eternos, como el agua y el aire. Y para los que
fuímos alumnos de D. Julio, créame Presidente, que sus enseñanzas
siempre las llevamos en nuestros corazones, como parte de la letra
que le compuso a la Compañía de Mar:
“Compañía
de Mar de Melilla,/ compañía de tierra y de mar,/ fuerza leal y
sencilla/ que cuando mandan/ sabemos cumplir.....”. También
compuso las bellas partituras,
“Aromas del Parque Hernandez”, “Los Gozos a Ntra. Sra. de la
Victoria”, Patrona de Melilla, y la música del “Himno de
Alcántara nº 10”.
Ante
todo yo, jamás he perdido la esperanza de que algún día, no muy
lejano, nuestro Cementerio pueda ser denominado: “Cementerio
Nacional de Héroes”. Y lo digo con la convicción de que es el
único donde hay enterrados más Caballeros Laureados, que en ningún
otro de España. También sé que mi sencilla aportación, por ser de
un humilde escribidor, tengo la impresión de que a veces, cae en
saco roto; pero deben saber que jamás me rendiré ante la
displicencia y la indiferencia de los que pueden lograr esa
denominación.
Decía Unamuno que cuando
en España se habla de honra, un hombre honrado se pone a temblar.